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Tokio: Unidos por la emoción

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Por: Padre Hugo Tagle | Publicado: Lunes 19 de julio de 2021 a las 04:00 hrs.
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Tras un año duro, finalmente tenemos Olimpíadas. Fue un sacerdote francés, Henri Didon, quien tuvo la genial idea de realizar competencias deportivas que llegarían a convertirse en lo que son hoy: un evento mundial que reúne lo mejor de cada disciplina. Didon fue el creador del lema oficial de los Juegos Olímpicos: “Citius, Altius, Fortius” (más rápido, más alto, más fuerte) y junto a Pierre de Coubertin, darían forma a un sueño que tiene ya más de un siglo.

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A propósito del deporte, Coubertin dice: “La vida es simple, porque la lucha es simple. El buen luchador retrocede, pero no abandona. Se doblega, pero no renuncia. Si lo imposible se levanta ante él, se desvía y va más lejos. Si le falta el aliento, descansa y espera. Si es puesto fuera de combate, anima a sus hermanos con la palabra y su presencia”.

No se trata sólo de una simple competencia: se trata de construir humanidad, recordarnos que hay lenguajes que superan las diferencias. Los lemas olímpicos de los últimos años así lo expresan. En Atenas se nos recordó dónde nacieron (“Bienvenidos a casa”); en Beijing, que somos un solo mundo (“Un mundo, un sueño”); en Londres, que el deporte inspira y une (“Inspirar a una generación”); en Río de Janeiro se nos invitó a crear “un mundo nuevo”.

Tokio invita a la unidad en torno a una emoción; sentirnos y sabernos unidos. Rescata bien la aspiración de la humanidad de encontrarse, competir sanamente para hacer del mundo un lugar más amable, fraterno y justo.

Dice el Papa Francisco sobre el deporte: “Es necesario profundizar en la estrecha relación que existe entre el deporte y la vida, para que puedan iluminarse recíprocamente, para que el afán de superación en una disciplina atlética sirva también de inspiración para mejorar siempre como persona en todos los aspectos de la vida.”

En lenguaje creyente, ayuda a fraternizar, romper barreras, perfeccionarse, hacer de cada cual “la mejor versión de sí mismo”.

Las Olimpíadas vienen a oxigenar un mundo golpeado por una peste y una invitación a mirar el futuro con optimismo.

“El deporte es una riquísima fuente de valores y virtudes que nos ayudan a mejorar como personas”, dice Francisco. “Como el atleta durante el entrenamiento, la práctica deportiva nos ayuda a dar lo mejor de nosotros mismos, a descubrir sin miedo nuestros propios límites, y a luchar por mejorar cada día.”

“Mas rápido, más alto, más fuerte”. La delegación chilena nos muestra que son más las cosas que nos unen que las que nos dividen. Una emoción que será una buena lección para este tiempo.

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