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Por qué Europa sigue caminando hacia el abismo…

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Entre reuniones de crisis y planes de rescate, el vaivén de la crisis de la zona euro continúa generando mucha confusión, que proviene en realidad de que dos crisis se desarrollan en forma paralela.

La primera es una crisis de deuda pública, que resulta de un período de 20 ó 30 años de laxitud en la gestión de los presupuestos (Italia, Francia…) o de una acumulación excesiva de deuda en el sector privado, que forzó al gobierno a ayudar a dicho sector (España, Irlanda…). Sin embargo, si la crisis europea se hubiera limitado a un ajuste de finanzas públicas, el costo pudo ser “solamente” algunos años de crecimiento bajo o nulo, hasta que la situación se hubiese estabilizado.

No es tan simple a causa de la segunda crisis: la de la unión monetaria. En un espacio económico que comparte la misma moneda, existen tradicionalmente mecanismos que limitan las divergencias económicas entre regiones: un presupuesto nacional, un sistema de compensación del desempleo que asigna ingresos en las zonas en crisis, y la movilidad laboral que ayuda a regularizar la tasa de desempleo. Dentro de la zona euro, ninguno de estos mecanismos existe. Sin estabilizadores y sin posibilidad de devaluar para ajustar la competitividad, los países menos competitivos pierden su capacidad de producción, que se relocaliza en regiones más competitivas.

La política propuesta actualmente no puede solucionar esta crisis: los gobiernos se ocupan principalmente del problema de deuda pública, y pasan por alto de su corazón. Aparece entonces probable la posibilidad de perder miembros. Los candidatos a la salida son los países que no pueden soportar un sistema de cambio fijo, que mantiene sus economías en recesión, sin compensación ni esperanza de ver que la situación mejore.

El Banco Central Europeo (BCE) ya indicó que haría todo lo que estuviese en su poder para evitar una explosión de la zona. Todos los gobiernos están conscientes de las consecuencias de ese hecho, así que parece poco probable que un país sea forzado a salir. Considerando esto, la evolución podría venir de la situación política y social de los países con mayores problemas. Ya vemos partidos políticos extremos y opuestos al euro ganar terreno.

Puede tomar años, pero la necesidad hoy carece de ley: si la zona euro no cambia radicalmente de política o no organiza la salida de sus miembros más frágiles, continuará camino a una ruptura caótica.

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