Portabilidad numérica, una licitación varada en el tiempo
RICARDO EBERLE POLANCO Abogado JORGE MUÑOZ WILSON Abogado
Desde 2011, la portabilidad numérica ha sido uno de los mayores éxitos en telecomunicaciones en Chile. Gracias a ella, millones de personas cambian de compañía sin perder su número, fortaleciendo la competencia y mejorando los servicios. Pero mientras el sistema avanza en el mundo, su licitación en Chile sigue detenida en el pasado.
La reciente adjudicación del Organismo Administrador de la Portabilidad (OAP) repitió, por cuarta vez consecutiva, el mismo resultado: ganó Iconectiv. No es sorpresa. Las reglas del proceso siguen siendo prácticamente las mismas desde 2011, lo que pone en duda la trascendencia del sistema de licitación actual y su valor para designar al mejor proveedor, así como la inmovilidad de la Subsecretaría de Telecomunicaciones (Subtel) para modernizar la normativa y aprobar bases de licitación acorde al interés público.
“El problema no es que una empresa gane siempre, sino que la normativa y la falta de actualización de las bases de licitación deriva en que las mejores empresas no quieran –o puedan- competir”.
Se exige, por ejemplo, que las aplicaciones y bases de datos estén alojadas físicamente en dos regiones del país separadas por más de 200 Km. Una medida que, en su momento, buscaba asegurar continuidad, hoy resulta obsoleta.
La redundancia ya no se mide en distancia, sino en diseño arquitectónico. Los sistemas modernos operan sobre infraestructura en la nube, con alta disponibilidad y respaldo automático. Insistir en exigencias de este tipo solo desalienta la participación de actores más innovadores y eficientes. Lo que pudo tener sentido hace una década hoy es una barrera competitiva.
El resultado es un modelo cerrado, con altos costos de entrada y una gobernanza poco permeable al cambio.
El problema no es que una empresa gane siempre, sino que la normativa y la falta de actualización de las bases de licitación deriva en que las mejores empresas no quieran –o puedan- competir.
Seguimos licitando como si el futuro fuera opcional. Compramos televisores de tubo, no porque sean los mejores del mercado, sino porque las bases obligan a fabricarlos. Aunque existan modelos con resolución 8K y conectividad total, seguimos exigiendo, con seriedad burocrática, que nos entreguen pantallas gruesas, pesadas y de imagen borrosa… pero perfectamente reglamentarias. Mientras el mundo hace streaming, nosotros seguimos ajustando la antena.
El nuevo contrato del OAP se extenderá hasta al menos 2030. Mantener este esquema significa resignar otra década a la inmovilidad, justo cuando el entorno digital exige lo contrario: agilidad, interoperabilidad, seguridad y preparación para nuevos modelos tecnológicos.
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