¿Qué puede ofrecer Chile hoy al inversionista?

No es necesario retroceder muchos años para recordar cómo nuestro país crecía a tasas de entre un 5% y 6% del PIB, augurando un escenario fértil para poder pensar que antes de una década podríamos ser finalmente un país desarrollado. Esa misma percepción era compartida desde el exterior, siendo una de las causas por las cuales venimos enfrentando una masiva inmigración.

¿Qué pasó que, casi en un abrir y cerrar de ojos, nos conformamos hoy con proyecciones que apenas superan el 2% de crecimiento para los próximos años?

Un crecimiento a ese nivel no puede ser el “nuevo normal” con el cual conformarnos. Con ese horizonte, más temprano que tarde seremos sobrepasados por naciones vecinas que están despegando con gran celeridad y aplicando un recetario que nos permitió antes a nosotros formar parte de la OCDE.

El presidente del Banco Central señaló recientemente que para elevar el PIB tendencial entre 3,5% y 4% sería necesario alcanzar mejoras en productividad y capital humano, elevando la participación laboral. Para alcanzar dicho objetivo hay que poner en marcha un tercer elemento vital: la atracción de inversiones. Por algo el presidente de EEUU, Donald Trump, y la primera ministra del Reino Unido, Theresa May, ya anunciaron una rebaja considerable en la tributación para atraer justamente capitales frescos a sus economías.

En el caso de Chile, hoy estamos compitiendo muy fuertemente por atraer inversión extranjera con Perú y Argentina. ¿Qué podemos ofrecerle entonces al inversionista extranjero para convencerlo de que Chile es más atractivo que el resto de los países de América Latina?, ¿por qué no darnos cuenta en forma oportuna de los nuevos cambios globales?

En Chile la tasa de ahorro nacional cayó a su peor registro en los últimos 20 años, un 19,5% del PIB. Si se mide solo en el trimestre julio–septiembre de 2016, el ahorro nacional fue de 16,7%, también el más bajo desde 1997.

El ahorro es clave para generar inversión, junto a la creación de empleo y al aumento de la productividad. Para lograr mejores tasas de crecimiento se requiere de una mayor inversión, cercana al 25% del PIB. La caída en el ahorro se debe a un menor ahorro fiscal, pero también al menor ahorro privado, como consecuencia de una reforma tributaria que dañó fuertemente los incentivos a hacerlo.

La advertencia de la calificadora Fitch Ratings, que en diciembre dio un carácter negativo a la perspectiva de clasificación de riesgo de nuestro país, fue una clara señal de que el brillo que tenía Chile como país atractivo para invertir está entrando a una etapa de opacidad.

Consumo acotado, inversión estancada y expectativas en terreno negativo fueron las principales características que acompañaron a nuestra economía el año pasado. Todo indica que este 2017 será parecido a 2016, y que la confianza no se recuperará en 12 meses, pero la gran diferencia respecto al año anterior serán las elecciones presidenciales de noviembre, donde los programas económicos de los candidatos serán determinantes.

Efectivamente, candidaturas que favorezcan políticas que permitan mayor inversión y competencia podrán afectar positivamente en el corto plazo las expectativas de los inversionistas. Esto podría incluso extenderse durante el primer tiempo de la nueva administración. Sin embargo, en último término, los resultados finales sobre la economía dependen fundamentalmente de las medidas realizadas y las reformas emprendidas. Al final las expectativas se ajustan a los hechos.

Ha llegado el momento que desde todos los sectores que hoy aspiran a gobernar en el futuro se retomen los lineamientos que nos hicieron despegar en América Latina y que podemos resumir en: respeto a la propiedad privada, respeto por el Estado de Derecho, impulsar y respetar las leyes del mercado, terminar con la incertidumbre de reformas que sólo han constituido un freno a la economía y, sobre todo, tener la voluntad política de confiar en la capacidad creadora de los chilenos.