Aunque conlleva desempolvar registros musicales históricos, que tal vez están en la memoria de solo algunos, me he permitido citar en el título de esta columna el estribillo de la canción “Es la lluvia que cae”, del grupo uruguayo Los Iracundos. En los años ‘70, su música deleitaba con una melodía y letra pegajosas, que al mismo tiempo reconocían los cambios que experimentaba la sociedad. Varias décadas después entonamos la misma canción, pero tal vez con aún más fuerza. Advertimos avances sin precedentes del lado tecnológico y una reconfiguración del comercio global, a raíz de los aranceles de Trump, mientras que las tasas de interés se estabilizan en niveles más elevados respecto de los registros de hace unos pocos años, producto del incremento de los niveles de deuda pública en el mundo.
De cualquier manera, las economías se han adaptado de mejor forma de lo que se esperaba frente al complejo escenario. El comercio mundial se ha visto hasta ahora solo modestamente afectado, ante el redireccionamiento de los envíos que llegaban hacia EEUU, buscando accesos a mercados menos gravosos. Para ilustrar este punto, tenemos que el peso de China en la canasta de importaciones de EEUU ha bajado de 12% a 7%. Algo más moderado ha sido al retroceso de los envíos de Europa y Canadá. México, en tanto, ha ganado ponderación. Del lado de China, se advierten los menores envíos a EEUU que han sido compensados con alzas en las exportaciones a Europa, Asia y América Latina. Pero eso ha sido a costa de menores márgenes de las empresas, cuestión que sería transitoria. Veríamos a la larga ajustes en el comercio, con efectos sobre el crecimiento mundial.
“Mirando hacia lo que viene, es clave estar bien preparados para recoger los beneficios de la IA y reconocer los desafíos que conlleva del lado de la educación, procesos productivos y trabajo”.
Más visible aún ha sido el impacto provocado por la inteligencia artificial (IA). A través de al menos tres canales se reconocen efectos económicos. La inversión en nuevas tecnologías y data centers, para efectos de aprovechar el potencial de la IA, ha llevado a que la inversión se mantenga dinámica en EE. UU. y otros países. Asimismo, las economías mejor preparadas para aprovechar las nuevas tecnologías registrarían mayor productividad, aunque todavía falta más data para verificar esta hipótesis. Asimismo, el consumo en EEUU se ha mostrado más dinámico de lo previsto, alimentado por el incremento en las bolsas, frente a las apuestas de los mercados por los beneficios que vendrán de la IA. Esto reconoce que en torno al 15% de la riqueza de una familia estadounidense promedio está invertida en el mercado bursátil.
Mirando hacia lo que viene, es clave estar bien preparados para recoger los beneficios de la IA y reconocer los desafíos que conlleva del lado de la educación, procesos productivos y trabajo. Aquellas economías más flexibles, que potencian la innovación y generan las condiciones para extender y maximizar el uso de nuevas tecnologías, serán las ganadoras. De la perspectiva laboral, aquellos que potencien su capacitación, con especial foco en fortalecer la creatividad, el pensamiento crítico, la comunicación y el sentido de cooperación, tendrán ventajas. De ahí la importancia de reforzar la educación y formación, especialmente en los segmentos sociales más vulnerables, junto con la constitución de ecosistemas que faciliten la adopción de nuevas tecnologías para pequeñas y medianas empresas. El avance que vemos de nuevas herramientas es veloz, por lo que la respuesta de políticas es urgente.
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