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Síntoma Uber: el gobierno capturado

Rafael Ariztía Socio MFO Advisors

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Hay pocas dudas de que el Transantiago es la peor política pública de la que se tenga memoria en Chile. También hay pocas dudas de que el servicio que ofrecen Uber, Cabify, u otros, es considerablemente mejor que el dado por los taxis convencionales. Por ello resulta perfectamente entendible la capotera que recibió el ministro de Transportes cuando planteó que el gobierno iba dañar lo que funciona bien para proteger lo que funciona peor. No hay duda que el Ministro tiene tareas difíciles por delante, todas ellas conocidas cuando asumió el cargo, pero lo que no puede ocurrir es que olvide para quien trabaja.

Pero más allá de la absurda posición del Gobierno en esta materia, lo de Uber es más bien un síntoma que delata dos cosas que no están en las portadas de los medios, pero que son de la mayor importancia. Primero, muestra hasta qué punto el Gobierno está desconectado de las necesidades de los ciudadanos y conectado (capturado) por las demandas de grupos de presión. Segundo, delata la incapacidad congénita que tienen los gobiernos para administrar el cambio.

Si bien ambos temas no están en el debate, son en mi opinión las dos razones que le impedirán a Chile lograr ser un país desarrollado pronto. Ambas se resumen en que tenemos una administración del Estado que no da el ancho a los tiempos actuales, y lamentablemente, un gobierno que lejos de hacernos avanzar en resolver este problema, lo agudiza en forma dramática al pretender resolver todas las enfermedades con el mismo remedio: incrementar el tamaño y rango de acción del Gobierno.

Vamos por parte. La desconexión del Gobierno con el interés general de la ciudadanía es evidente. Basta para ello recordar que todas las reformas con las que se ha tratado de redibujar el país no cuentan con la aprobación ni el consenso que un gobernante sensato exigiría para llevarlas a cabo. Pero ello no ha sido impedimento para incluso hacerlas más extremas. ¿Por qué? porque al igual que con el caso de Uber, el gobierno ha puesto el interés de los grupos organizados por sobre el de los ciudadanos. Basta revisar. El Colegio de Profesores impuso sus términos en la reforma educacional, la CUT lo hizo en la reforma laboral, el CRUCH lo está haciendo en la reforma a la educación secundaria. Todos ellos contra la evidencia más clara y contra la opinión de expertos de todo el espectro político. La captura es indiscutible.

Por su parte, la incapacidad para administrar el cambio y modernizarse es algo que no es exclusivo de este gobierno, ni de este país. Chile no cuenta con una capacidad institucional pública que permita modernizarse y cumplir debidamente su rol. El problema no es de recursos, sino que de personas y capacidades. Tenemos un Estado pensado para otra época, lleno de trabas internas, que inhibe la innovación, no premia el ahorro, no atrae talento y no es responsable hacia la ciudadanía.

Por ello, urgen variadas reformas, que el espacio no da para detallar y que no están dentro de las preocupaciones de la actual administración. Y es por lo mismo, que resulta tan contraproducente insistir en cargar con más responsabilidades a un Estado que es incapaz de ver que los Uber de este mundo, van en beneficio de la ciudadanía y no su contra.

Si bien siempre es chocante ver a un ministro argumentando con tanto empeño en contra del interés de quienes le pagan el sueldo, no resulta sorprendente que el gobierno nuevamente opte por ponerse del lado de un grupo de presión. Simplemente así está o estaba planteado el tablero. Lo sorprendente para mi es otra cosa… es la forma como el episodio de Uber muestra hasta qué punto la tecnología aplicada con inteligencia es capaz de romper con las estructuras y las lógicas del pasado. Aun sin buscarlo.

Hacerle frente al gremio de los taxistas habría sido impensable hace 20 años. Hoy nadie duda que Uber y otros son incontrarrestables. Ello nos indica que la tecnología no sólo nos está cambiando y mejorando la forma en que vivimos, sino que también cambiará la forma en que fluyen las dinámicas políticas y los repartos de poder en el futuro. Quienes logren entenderlo cabalmente y transformarlo en acción tendrán una gran ventaja.

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