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Columnistas

Sistema de finanzas abiertas, no desiertas

JUAN ANTONIO FIGUEROA Director ejecutivo de ChilePay

Por: Equipo DF

Publicado: Jueves 23 de octubre de 2025 a las 04:03 hrs.

La discusión sobre el Sistema de Finanzas Abiertas (SFA) ha cobrado fuerza. Y no es casual, con plazos de implementación que se acercan, pilotos que se vuelven productos y una conversación pública que deja la abstracción para instalarse en la vida diaria. El interés no proviene solo de la magnitud de la reforma -anticipada hace años-, sino además porque el reloj comenzó a correr y sus efectos serán visibles para todos.

El SFA promete un cambio profundo en la relación entre personas, instituciones y tecnología financiera. Su apuesta es entregar el control de los datos a los titulares para habilitar servicios personalizados, mayor competencia e innovación. Pero ese potencial convive con un riesgo: que lo “abierto” se transforme en “desierto” si no logra convocar la confianza de las personas ni el compromiso del sector privado. Un marco normativo impecable en el papel puede fracasar si no resulta útil ni confiable para quienes debe servir.

“Ya se percibe ruido de fondo: abundan consignas sobre las bondades del modelo, pero faltan narrativas claras que lo aterricen en la vida diaria”.

Ya se percibe ruido de fondo: abundan consignas sobre las bondades del modelo, pero faltan narrativas claras que lo aterricen en la vida diaria. Se insiste en que el consentimiento será el corazón del sistema y la educación financiera su gran acompañante. Pero si el consentimiento es la llave, hay que explicar qué hay detrás de la puerta, por qué conviene entrar y cómo se protege al usuario. Y si la educación financiera es el contrapeso, debe tener contenido, métricas y responsables, no solo buenas intenciones.

Aquí aparece la gran ausente: la voz de la “Señora Juanita”. Durante años se advirtió no compartir datos ni claves, en un contexto de fraudes persistentes. ¿Cómo conciliar esa cultura con la invitación a compartir bajo nuevas reglas? La respuesta no está en tecnicismos, sino en garantías prácticas: controles simples y revocables, trazabilidad clara, estándares de seguridad robustos y responsabilidad definida en caso de incidentes. En un sector donde la confianza es vital, el diseño debe ser confiable en lo técnico, lo comunicacional y la experiencia.

También falta un diagnóstico público de expectativas ciudadanas. Si el objetivo es entregar productos más útiles, baratos y personalizados, el mínimo es escuchar qué espera la gente y cómo mide valor. No basta una encuesta, se requiere un levantamiento sistemático de necesidades, validación de propuestas y evaluación de impacto. De lo contrario, el riesgo es prometer con eslóganes que no conversan con la realidad, especialmente de quienes están hoy subatendidos o excluidos.

La oportunidad es enorme. Un SFA bien diseñado y comunicado puede dinamizar la competencia, acelerar tecnologías útiles y ampliar el acceso a productos financieros de calidad. Pero exige tres condiciones mínimas. Primero, claridad narrativa: explicar en lenguaje simple qué casos de uso estarán disponibles, qué gana la persona al consentir y cómo puede retroceder si cambia de opinión. Segundo, confianza operativa: reglas de responsabilidad claras, seguridad visible para el usuario y resolución de problemas que no lo deje solo en la ventanilla. Tercero, validación social: medir expectativas, pilotear con usuarios reales y ajustar sobre evidencia, no supuestos.

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