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Trece

Padre Raúl Hasbún

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El título sugiere alguna reflexión sobre la extinta participación de la Iglesia en Canal Trece. O sobre la popular superstición que impide denominar “piso 13” al que viene después del 12.

Trece son las razones que Hannah Baker, estudiante de enseñanza media en los EEUU, invoca para suicidarse. Y trece los que ella considera responsables de su fatal decepción de la vida y de toda persona humana. Cada uno recibirá un casete en que Hannah ha grabado el tiempo, el lugar y el modo en que su destinatario trizó brutalmente sus sueños y le arrebató la última esperanza de encontrar respeto y amor. Más que razones, son emociones. Todos los animales tienen emociones. Sólo el hombre posee la facultad de filtrarlas y contenerlas mediante la razón. Pero Hannah consideró agotados el tiempo y el deseo de operar ese filtro. Autosentenciada la muerte de su alma, no tardó en matar su cuerpo.

La historia de Hannah es narrada por Jay Asher en su novela “Por trece razones”, basada en episodios que él dice haber conocido siendo maestro de escuela secundaria. Su éxito literario la ha convertido en una serie de TV que millones de jóvenes siguen como un espejo y millones de adultos temen como un presagio. Conocido es el efecto imitación que generan las noticias y también las ficciones sobre suicidio juvenil. Las cifras son escalofriantes: el suicidio es hoy la segunda causa de muerte entre los 15 y 24 años. ¿Y en Chile? Está legalmente certificado que una persona entre 5 y 24 años se quita la vida cada 28 horas. Es la tasa más alta de Sudamérica.

¿Qué puede motivar a un joven para contradecir tan brutalmente el natural instinto, apetito y anhelo de permanecer en la vida? ¿Cómo se llega a cancelar definitivamente la esperanza? La persistente invocación del “Homo Homini Lupus” ( el hombre es un lobo para el hombre), más la desdichada frase de Sartre: “l’enfers, ce sont les autres” (el infierno son los demás), han aportado náusea y desesperanza. Alguna comunicación social obsesionada con la delincuencia y la catástrofe invita a gritar con Mafalda: “¡Paren, que me quiero bajar de este mundo!”. Y un cóctel cultural que encuentra su máximo deleite en las 4-P : poder, poseer, placer y parecer, es receta segura para la inanición, estreñimiento y vomitiva expulsión del último motivo para seguir esperando el amor.

Otro autor joven, Duncan MacMillan, ha escrito la perfecta contraparte de las “Trece razones”. Su obra teatral, interpretada en Chile, se titula “Every brilliant thing” (todas esas cosas maravillosas). Es una invitación a descubrir y trasmitir, día tras día, innumerables razones para amar la vida. Cada espectador es llamado a aportar una más de esas maravillas. Partiendo por la más elemental y obvia: si estoy vivo, es porque alguien me amó.

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