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Ucrania: primavera cero

JUAN IGNACIO BRITO Investigador del Centro Signos y profesor de la Facultad de Comunicación de UAndes

Por: JUAN IGNACIO BRITO | Publicado: Miércoles 5 de abril de 2023 a las 04:00 hrs.
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JUAN IGNACIO BRITO

Un dato elocuente suele ser pasado por alto en la discusión sobre la guerra desencadenada por la invasión rusa a Ucrania: China e India, las dos superpotencias no occidentales, han preferido mantenerse cercanas a Moscú, aunque sin declararle su apoyo, en contraste con lo que sucede en el Occidente liderado por Estados Unidos.

Esto es una señal de cómo han cambiado las cosas. En 1990, la invasión iraquí contra Kuwait generó una respuesta global liderada por un Washington ganador de la Guerra Fría, que al año siguiente encabezó una aplastante ofensiva militar para desalojar a las fuerzas iraquíes. En esa época despuntaba el “momento unipolar” norteamericano.

“Sin un ganador claro en terreno y con apoyos internacionales divididos, la guerra se apronta a vivir meses clave que pueden inclinar la balanza en favor de cualquiera de los dos contendientes”.

Hoy, en cambio, la distribución de poder en el sistema internacional es distinta y asoma un “momento multipolar” en el que el comportamiento de los actores se guía por la competencia por el poder, las zonas de influencia, las consideraciones de seguridad y el interés propio, perdiendo fuerza los regímenes liberales. Para Beijing y Nueva Delhi la derrota rusa constituiría un retroceso y una amenaza geopolítica, pues renovaría la confianza de EEUU y ampliaría el poder de Washington en el escenario internacional.

El interés de ambas superpotencias orientales dicta que Rusia, al menos, no deba perder. La nueva realidad geopolítica explica, en parte, la duración del conflicto en Ucrania, que no muestra indicios de una pronta resolución. Antes, el apoyo de EEUU era decisivo e incontrarrestable: lo supieron el Irak de Saddam Hussein, los países de la exYugoslavia que pelearon en Bosnia-Herzegovina y en Kosovo, y también, por un momento al menos, los talibán afganos, expulsados del poder en 2001 en cuestión de semanas (aunque resistieron y hoy están de vuelta en Kabul). También Rusia, que tuvo que soportar que la Alianza Atlántica se acercara a las fronteras de la antigua Unión Soviética.

Hoy, en cambio, el respaldo de Estados Unidos y la OTAN ha resultado clave hasta ahora para impedir la derrota ucraniana, pero no para ganar. Vladimir Putin, que apostó inicialmente por una guerra relámpago, cambió su estrategia y propone una guerra de desgaste que pronto enfrentará su hora crucial. Los rusos saben que deben aguantar a como dé lugar la ofensiva de primavera ucraniana. Kiev ha recibido armamento de alto poder para provocar el retroceso ruso. Si no consigue triunfos importantes antes de que comience el otoño boreal, es probable que la voluntad de Occidente comience a flaquear y el presidente Volodimir Zelenski se vea forzado a negociar una paz desfavorable, con tropas rusas instaladas en su territorio.

Pese a que Ucrania le es útil para contener el expansionismo ruso, en Occidente surgen voces que ponen en duda la continuidad del apoyo a Kiev. En EEUU, que ha aportado más de US$ 26 mil millones a la causa ucraniana, la oposición republicana no está segura de seguir entregando recursos en momentos de estrechez fiscal. Lo mismo sucede en los países de la Unión Europea, que en conjunto han entregado más de 52 mil millones de euros a Ucrania. Todos los donantes miran a este país con sospecha, pues allí la corrupción se halla muy arraigada y la probabilidad de que los fondos sean desviados a particulares es alta. Ucrania se ubica en el lugar 116 –entre 180 países— en el Índice de Percepción de la Corrupción elaborado por Transparencia Internacional.

Sin un ganador claro en terreno y con apoyos internacionales divididos, la guerra se apronta a vivir meses clave que pueden inclinar la balanza en favor de cualquiera de los dos contendientes.

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