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Una comparación desfavorable

Rodrigo Aravena Economista Jefe Banco de Chile

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Durante los últimos meses hemos visto señales inequívocas de una mejora en las condiciones externas. Hace mucho tiempo que no veíamos sesgos al alza en las estimaciones globales, que incluso llevaron al FMI, en la última versión del World Economic Outlook, a señalar que el mundo está ganando “momentum” luego de un decepcionante 2016. Sin embargo, inmediatamente surge el análisis sobre el cuadro que enfrenta la economía chilena, cuyas proyecciones se han ido ajustando a la baja y ubicándose en menos de la mitad del crecimiento global. Claramente esta es una comparación desfavorable para nuestro país.

En particular, creo que hay dos grandes elementos que explican la mejora en la percepción de la economía global. Me parece importante mencionar que más allá de un avance en las condiciones en sí, lo que realmente ocurrió es que no se materializaron algunos riesgos que, de haber ocurrido, podrían haber generado un cambio material en la economía global. Un año atrás no resultaba descartable que Reino Unido apresurara su salida de la Zona Euro y que el resultado de las elecciones en EEUU generara una reducción en el comercio global. Además, el tono de la discusión en Francia elevaba aún más los riesgos de menor integración en Europa, potenciando los temores ya generados por el Brexit. Hoy, el escenario que tenemos es más benigno: en EEUU los indicadores de confianza, actividad y empleo mejoran significativamente, los bancos centrales en países desarrollados plantean la opción de subir tasas de interés y los niveles de volatilidad en los mercados financieros se encuentran en niveles históricamente bajos. Esta tendencia positiva se ratificó luego que en la segunda vuelta presidencial de Francia haya predominado el apoyo a una agenda pro mercado.

Esta tendencia contrasta con lo que hemos visto en la economía chilena. Si bien el PIB prácticamente no creció el primer trimestre (de acuerdo a las cifras de Imacec), podemos entender que la huelga en Escondida, que es un fenómeno transitorio, tuvo un impacto de primer orden en dicho desempeño. Sin embargo, lo que resulta realmente preocupante, en mi opinión, son dos grandes cosas: la primera es que al excluir la minería de la actividad, el crecimiento económico sigue siendo muy bajo, confirmando que hasta ahora no hay señales convincentes de otros sectores que estén compensando el mal desempeño de la minería y elevando las posibilidades de un PIB potencial incluso inferior a 3%. El segundo elemento, que podría ser más importante, son las señales relacionadas con la evolución de los niveles de confianza interna. Más allá de que hayan diversos indicadores permaneciendo en un tiempo récord en zona de pesimismo, creo que lo revelado por el último Informe de Percepciones del Banco Central realmente deja poco espacio de dudas: hay una cuota importante de incertidumbre política afectando decisiones de inversión, y el deterioro en las perspectivas del mercado laboral, de acuerdo al informe, guarda relación con la incertidumbre ocasionada por la reforma laboral.

No quisiera dejar la impresión de que estos temas llegaron para quedarse y que debemos aceptar este cuadro como las nuevas condiciones de largo plazo. Sin lugar a dudas, hay espacio para plantear una serie de temas estructurales, generar un amplio debate y realizar diseños y propuestas con bases técnicas y basadas en criterios de largo plazo. Hay argumentos que permiten mostrar con creces los beneficios que el crecimiento económico ha traído para la población, por lo que la recuperación de éste sin duda debe tener un lugar fundamental en el debate de largo plazo en Chile. Como he mencionado en otras ocasiones, materias como la promoción de condiciones más favorables para la inversión, generación de empleos y, sobretodo, despejar las dudas sobre el modelo de largo plazo de nuestro país sin lugar a dudas nos permitiría una comparación más favorable de Chile con el resto del mundo, como solíamos hacerlo en el pasado.

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