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Columnistas

Verba et facta: el poder de los hechos

KAREN THAL Presidenta de Cadem

Por: Equipo DF

Publicado: Lunes 20 de octubre de 2025 a las 04:00 hrs.

La democracia se sostiene en las palabras, pero se legitima con los hechos. Sin resultados visibles, sin instituciones que funcionen y sin liderazgos que cumplan lo que prometen, la democracia pierde credibilidad. Y cuando la confianza se erosiona, el terreno queda fértil para el populismo o el autoritarismo.

Esa tensión -entre las promesas y los resultados- estuvo al centro de la XLVII versión de Enade que, como es tradición en año electoral, incluyó un debate entre los candidatos presidenciales. Verba non facta, el lema de este año, fue una invitación a pasar de los diagnósticos a la acción, de las palabras a los hechos.

En Enade, “Dorothy Pérez no fue solo la contralora que hizo su trabajo. Fue la figura que recordó que cumplir con rigor y valentía también es una forma de liderazgo. En un país donde la desconfianza se ha vuelto norma, cumplir sí importa”.

En una entrevista previa al encuentro, me preguntaron qué está realmente en juego en esta elección, más allá de la seguridad. Respondí que lo que se juega es justamente eso: la credibilidad de la democracia, la posibilidad de que la ciudadanía vuelva a creer que la política puede mejorar la vida de las personas.

Cuando los ciudadanos repiten que “da lo mismo quién gane, porque igual hay que trabajar el lunes”, no están siendo apáticos: están expresando decepción. Y esa decepción, cuando se acumula, abre espacio a quienes prometen soluciones fáciles o mano dura.

Por eso el llamado de Enade -Verba et facta, palabras y hechos- fue tan pertinente. Y aunque el debate presidencial tuvo más de lo primero que de lo segundo, el momento que realmente encarnó ese espíritu no vino de los candidatos, sino de la contralora general de la República, Dorothy Pérez.

Su discurso fue una demostración práctica de lo que significa servir con hechos. Mucho se ha comentado sobre su intervención, pero quiero destacar tres aspectos.

Primero, la forma. Comunicó con respeto, cercanía y sin soberbia. Mostró que se puede ejercer autoridad con humanidad y rigor. En tiempos donde abundan los juicios, las descalificaciones y escasea la empatía, su manera de hablar fue, en sí misma, una lección de liderazgo.

Segundo, el fondo. Presentó resultados concretos: una reducción del 32% en licencias médicas fraudulentas, más de 25 mil casos detectados, permisos de obra demorados hasta 878 días. No hubo consignas ni promesas, sino evidencia y rendición de cuentas.

Y tercero, el efecto. Quizás lo que explica el aplauso del público de pie, y lo que a pesar de los riesgos que implica, para mí hace valioso que la contralora haya llevado este mensaje a la ciudadanía, es que -como me dijo mi hija universitaria que estaba presente- “escucharla hace que uno recupere la esperanza de que  en Chile se pueda volver a confiar en las instituciones”.

Dorothy Pérez no fue solo la contralora que hizo su trabajo: fue la figura que recordó que cumplir con rigor y valentía también es una forma de liderazgo. Algunos dirán que “solo cumplió con su deber”, pero en un país cansado de promesas, donde la desconfianza se ha vuelto norma, cumplir si importa .   

Y ahí se encuentra el corazón del asunto: una democracia creíble es una democracia que entrega resultados. No basta con deliberar, hay que cumplir. No basta con hablar de confianza, hay que merecerla. Liderazgos como el de Dorothy Pérez —sobrios, empáticos y efectivos— son los que permiten que la ciudadanía vuelva a creer. Porque solo cuando las palabras se convierten en hechos, la democracia es capaz de construir confianza.

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