Brasil, nuevamente en el ojo del huracán
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Jornadas de altísima tensión e incertidumbre, y que ayer alcanzaron nuevos contornos, se han vivido en los últimos días en Brasil. Con una gestión que acaba de completar su primer año con niveles de impopularidad inéditos en la historia del país (cuenta con sólo un 9% de aprobación en las encuestas), el presidente de Brasil Michel Temer, sobre el cual ya pesaba la sospecha, vive desde el miércoles en una especie de limbo político, al ser acusado como partícipe y aval en el pago de sobornos al destituido titular de la cámara baja.
El mandatario, en una jornada de especulaciones sobre su continuidad en el cargo, optó por salir al paso de las acusaciones, desmintiendo estar involucrado y descartando su renuncia al cargo. Los mercados, sin embargo, que durante la jornada acusaron un severo golpe cerraron ayer siendo aún presa de la incertidumbre y a la espera de la evolución de los acontecimientos, los que hoy por hoy son definitivamente de pronóstico incierto.
Todo indica que este clima de desconfianza no se disipará con facilidad, tanto por el nivel de conmoción generado por las últimas denuncias, como porque el proceso político brasileño no está logrando despegarse de lo que a estas alturas ya es un mal crónico; a saber, la sospecha fundada de que la corrupción ha tejido una trama densa que compromete al mundo empresarial y político no sólo del gigante sudamericano, sino que también mucho más allá de sus fronteras. Toda esta evolución no deja de ser lamentable, ya que se produce justo cuando las variables económicas comenzaban a dar señales de vida y cuando, a partir de aquello, los inversionistas comenzaban a recuperar el entusiasmo.