Editorial

Cartas al Director

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Latinoamérica

Señor Director:

La cosa funciona más o menos así.

Un candidato populista promete a los oprimidos ciudadanos repartir la riqueza privada a través de una mayor recaudación, y leyes accesorias. Gana por paliza y, para cumplir su palabra, que implica en principio alimentos, luego electrodomésticos, viviendas, educación gratuita, etc., prestaciones que van creciendo a medida que va ganando elecciones ya que la gente siempre pide más, va aumentando la carga impositiva hasta que los reales productores de riqueza, que es el sector privado, dicen basta. Ellos no invirtieron su tiempo y dinero para terminar quedándose con nada.

Al paralizarse el sector privado bajan los ingresos por impuestos y, como las promesas van en aumento, hay que financiarlas de algún modo. Parte la maquinita imprimiendo billetes, o sea, la inflación. Crecen los precios más que los salarios, por lo cual se hace necesario fijarlos para evitar el empobrecimiento de los de abajo, lo que ralentiza más la economía, y obliga a varios a pasarse a la clandestinidad generando un mercado negro, el cual es el único que les garantiza alguna utilidad. Para solucionar el desabastecimiento, el Estado interviene las industrias y nacionaliza algunas, las cuales terminan indefectiblemente funcionando mal, ya que derivan en antros políticos en los que nadie trabaja.

El pueblo toma nota de la situación –que se acabó el dinero-, y vota por un candidato pragmático, para que vuelva a crecer la economía y, cuando los privados han generado una nueva masa crítica de riqueza que se pueda distribuir, alguien aparece nuevamente con el discurso del reparto. Como levantar la economía implica sacrificios y los ajustes duelen, el votante molesto por la ordalía de los malos tiempos –sin repartija- rápidamente olvida quién es quién y, vota nuevamente por el populista.

Cristián Gabler
Abogado

Deuda histórica con la niñez

Señor Director:

Los niños y niñas en situación de pobreza, privados de cuidado parental por vulneración grave de sus derechos, muchas veces afectados además por trastornos psiquiátricos desencadenados por la falta de amor y cuidado desde la cuna y luego perpetuados por una seguidilla de intervenciones ineficientes y desafortunadas por parte del Estado, son estructuralmente problemas que llevan años sin ser resueltos, en ningún sentido.

A nivel macro, podemos decir que Chile es un país, que no cuenta con un sistema universal que proteja a todos los niños, niñas y adolescentes en el ejercicio de sus derechos, ni cuenta con políticas públicas que puedan prever a tiempo, soluciones integrales que miren al niño y la familia en su conjunto. Hasta ahora, sólo contamos con una sucesión de respuestas fragmentadas, que suelen ser pensadas para cuando el problema alcanza su máxima complejidad y no cuando recién comienza.

Así, el caso que nos ha conmovido la semana recién pasada, es precisamente el desenlace de la vida de una niña que se apagó a los 11 años, porque entre otras cosas, no hubo una respuesta temprana para su familia que no supo o no pudo cuidar a su hija. Lo anterior porque cuando el Estado intervino, lo hizo muy tardíamente con una medida poco innovadora de internación, en un centro inadecuado, reconocido públicamente por su precariedad y la falta de especialización para los diversos niños y niñas que recibe. En este contexto, también quedó en evidencia en las palabras de la autoridad de SENAME, que fue vulnerado su derecho a la salud, al no recibir las prestaciones de calidad que su enfermedad requería. Dopar a un niño o cientos de ellos, no puede ser una respuesta por 11 años o más.

Finalmente, no se puede soslayar la vulneración a su honra, ya que aún después de haber fallecido se ventila públicamente la razón que motivó el ingreso de la niña al SENAME. Como si la situación eximiera al Estado, de no haber hecho bien su trabajo. Sin duda otro dicho desafortunado de la autoridad.

Alejandra Riveros González
Encargada de Asuntos Públicos Aldeas Infantiles SOS

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