Editorial

Déficit hídrico estructural

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Como el problema número uno de Chile calificó en estas páginas el ministro de Agricultura la situación de déficit hídrico que afecta a buena parte del país.

Más allá de los esfuerzos que se han realizado para abordar esta situación cuya sintomatología ha sido persistente y progresiva, la verdad es que hoy buena parte del país vive una nueva realidad hídrica que supone un cambio "estructural", lo que exige acciones mancomunadas y de mayor alcance que las realizadas hasta ahora.

La evidencia que arrojan las series históricas de precipitaciones, así como la más que preocupante coyuntura que afecta desde hace unos años a la zona centro norte del país, deben encender las alarmas sobre este problema de ramificadas consecuencias económicas y sociales. Si hay un ámbito donde urge impulsar una acción público privada coordinada es éste, tanto porque la batería de instrumentos utilizada hasta ahora no ha sido suficiente, como porque todos los pronósticos técnicos permiten anticipar que la situación de emergencia podría no mejorar en forma natural ni a corto ni a largo plazo.

Dichas acciones imponen destinar recursos, por cierto, pero no sólo eso. De hecho, lo que ocurre con el embalse La Paloma es prueba de aquello, ya que de poco sirve pensar que todo pasa por inversión en infraestructura si no hay precipitaciones. Cambios profundos en el perfil productivo, eficiencia extrema en el uso del recurso (como lo muestra la experiencia de algunas economías), apoyo y orientación, son sólo algunos de los ingredientes a los que habrá que echar mano para enfrentar la emergencia y lograr un cambio real que sea sustentable.

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