Editorial

Desaceleración de la economía chilena

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La desaceleración de la economía chilena ya parece un hecho. Las menores tasas de crecimiento se comienzan a observar en una serie de ámbitos productivos, como es el caso de la construcción, las importaciones de bienes de capital -ítem ligado a la inversión- y en las colocaciones bancarias, entre otros.

La misma Encuesta de Expectativas Económicas del Banco Central confirmó la semana pasada una baja en las estimaciones de expansión del Producto Interno Bruto (PIB) para el presente ejercicio, desde 5,1% a 5,0%.

Si bien se trata de un cambio que puede entenderse como de carácter marginal, no deja de ser relevante dado los riesgos que enfrenta hoy el país, en particular el descenso registrado por el precio del cobre en el mercado internacional. Esto último, por lo demás, muy ligado a una Europa que no levanta cabeza y las dudas que cada cierto tiempo reviven sobre la fortaleza de la economía china.

Lo inquietante, en todo caso, no es la desaceleración en sí misma. De hecho, era un acontecimiento esperado de parte de la autoridad y los agentes económicos para este año. Su llegada incluso se entendía como un resguardo para eludir indeseados desequilibrios que, por ejemplo, presionaran la inflación.

El punto de preocupación se relaciona con la magnitud y las razones del menor crecimiento que pueda enfrentar el país. Más allá de lo legítimo de las reinvindicaciones de distintos sectores o el debate político propio de un año electoral, es clave que los actores de la sociedad actúen con responsabilidad y constructivamente, evitando así perjuicios permanentes a Chile, como podría ocurrir con la economía.

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