Editorial

“El martirio de la indiferencia”

“Expreso mi cercanía a las Misioneras de la caridad por el grave luto que las golpeó hace dos días con el asesinato de cuatro religiosas en Aden, en Yemen, donde asistían a los ancianos. Rezo por ellas y por las otras personas asesinadas en el ataque, y por los familiares. ¡Estos son los mártires de hoy! No son portada de los periódicos, no son noticia: estos dan su sangre por la Iglesia. Estas personas son víctimas del ataque de los que las mataron y también de la indiferencia, de esta globalización de la indiferencia, a la que no le importan... Que Madre Teresa acompañe en el paraíso a estas hijas suyas mártires de la caridad, e interceda por la paz y el sagrado respeto de la vida humana”.

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Cuatro hijas de la congregación de Madre Teresa de Calcuta martirizadas

Cuatro religiosas de las Misioneras de la Caridad, la Congregación fundada por la Beata Madre Teresa de Calcuta, fueron masacradas el 4 de marzo junto a otras doce personas por terroristas que ingresaron al convento de Aden (Yemen), donde funcionaba el albergue de ancianos que administran las monjas.
De las monjas asesinadas dos eran de Ruanda, una de la India y otra de Kenia. Entre las víctimas también están el chofer y colaboradores del albergue que atendía a unos 80 ancianos y discapacitados.


La prensa informó que los atacantes usaron como pretexto ser parientes de algunas de las ancianas. Ya dentro de la casa pasaron por cada habitación y se llevaron a los trabajadores y religiosas, les ataron las manos y luego los asesinaron con tiros en la cabeza. Nada se sabe del sacerdote indio salesiano Tom Uzhunnalil, que residía en el convento de las hermanas, después de que la iglesia donde vivía fuese saqueada e incendiada.


Según las fuentes de seguridad de este país, ubicado al sur de Arabia Saudita, el ataque fue perpetrado por extremistas musulmanes que acusan a la congregación de hacer proselitismo cristiano.
El Vicario Apostólico de Arabia del Sur, Mons. Paul Hinder, dio a conocer una de las oraciones que las Misioneras de la Caridad asesinadas en Yemen rezaban cada mañana después de Misa al iniciar su jornada y que elevaron antes de su martirio.


El Obispo aseguró que las hermanas Anselm, Reginette, Margarita y Judith murieron como mártires: "Mártires de la caridad, mártires porque testimoniaron a Cristo y compartieron el puesto de Jesús en la Cruz".


En el rezo del Ángelus dominical, el Papa Francisco elevó una plegaria especial por las religiosas y las demás víctimas de la masacre de Yemen.


Este es el segundo ataque que sufren las misioneras de la caridad en este país de mayoría musulmana. La primera vez ocurrió en julio de 1998, cuando hombres armados atacaron su centro de cuidados para discapacitados en la ciudad de Al Hodeida, a orillas del mar Rojo, donde murieron dos enfermeras, una india y otra filipina.


En medio de esta guerra, en septiembre del año pasado otro grupo de hombres armados ingresó a la iglesia de la Sagrada Familia, en Adén, y mataron cuatro religiosas.


La guerra que se desarrolla en este país se inserta dentro del enfrentamiento más amplio entre chiítas y sunitas y sus respectivos apoyos, por un lado Irán, por otro Arabia Saudí, que para luchar en Yemen contra los rebeldes Houthi, chiítas, ha constituido una coalición de estados sunitas, principalmente países del Golfo pero con la adhesión de otros estados como Egipto, Marruecos e incluso Pakistán. La motivación aducida es la necesidad de restaurar el gobierno del presidente Hadi, reconocido internacionalmente, contra los Houthi y los defensores del depuesto presidente Saleh, antiguo aliado de los sauditas y de los Estados Unidos, y que en el pasado, aun siendo él mismo chiíta, combatió contra los Houthi, ahora aliados suyos. Por otro lado, Hadi también formaba parte del gobierno de Saleh antes de sustituirlo. Una situación de la que obviamente se han aprovechado las milicias locales que se están recomponiendo en Al Qaeda y que controlan varias partes del país, y elementos del Isis.


El Parlamento europeo, en la deliberación aprobada por gran mayoría el pasado 25 de febrero, que invitaba a la UE a valorar el embargo de venta de armas a las partes en conflicto en Yemen, expresó su grave preocupación por "los ataques aéreos de la coalición dirigida por Arabia Saudí y por el bloqueo naval impuesto a Yemen, que han causado miles de muertos y una posterior desestabilización del país".


Yemen es la nación más pobre del Golfo y, según la ONU, la guerra civil lo está llevando al borde de la catástrofe humanitaria, con 21 millones de yemenís, sobre un total de 26, en condiciones de precariedad, y la mitad de la población ya sufre malnutrición. Es imposible no estar de acuerdo con el mensaje del Papa Francisco tras la masacre de Aden, donde pide en nombre de Dios a todas las partes "que renuncien a la violencia y renueven su compromiso por el pueblo de Yemen". Una invitación que, según los expertos, no tiene muchas probabilidades de ser escuchada por los contendientes locales pero que tal vez puede, o mejor dicho debe, ser escuchada por las potencias extranjeras.

 

La Iglesia, sacramento visible de la unidad

 

Mirad que llegan días -oráculo del Señor- en que haré con la casa de Israel y la casa de Judá una alianza nueva... Meteré mi ley en su pecho, la escribiré en sus corazones; yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo... Todos me conocerán, desde el pequeño al grande -oráculo del Señor-. Alianza nueva que estableció Cristo, es decir, el nuevo Testamento en su sangre, convocando un pueblo de entre los judíos y los gentiles, que se congregará en unidad, no según la carne, sino en el Espíritu, y constituirá el nuevo Pueblo de Dios.


Pues los que creen en Cristo, renacidos de germen no corruptible, sino incorruptible, por la palabra de Dios vivo, no de la carne, sino del agua y del Espíritu Santo, son hechos por fin una raza elegida, un sacerdocio real, una nación consagrada... que antes era "no pueblo" y ahora es "Pueblo de Dios".


Ese pueblo mesiánico tiene por cabeza a Cristo, que fue entregado por nuestros pecados y resucitó para nuestra salvación, y ahora, después de haber conseguido un nombre que está sobre todo nombre, reina gloriosamente en los cielos.


Tiene por ley el mandato de amar como el mismo Cristo nos amó. Tiene, por último, como fin, la dilatación del Reino de Dios, iniciado por el mismo Dios en la tierra, hasta que sea consumado por él mismo al fin de los tiempos, cuando se manifieste Cristo, nuestra vida, y la creación misma se vea liberada de la esclavitud de la corrupción, para entrar en la libertad gloriosa de los hijos de Dios.


Este pueblo mesiánico, por tanto, aunque de momento no abarque a todos los hombres, y no raras veces aparezca como una pequeña grey es, sin embargo, el germen más firme de unidad, de esperanza y de salvación para todo el género humano.


Constituido por Cristo para comunión de vida, de caridad y de verdad, es empleado también por él como instrumento de la redención universal, y es enviado a todo el mundo como luz del mundo y sal de la tierra.
Y así como al pueblo de Israel según la carne, peregrino en el desierto, se le llama ya Iglesia, así al nuevo Israel, que va avanzando en este mundo hacia la ciudad futura y permanente, se le llama también Iglesia de Cristo, porque la adquirió con su sangre, la llenó de su Espíritu y la proveyó de medios aptos para una unión visible y social.


La congregación de todos los creyentes, que miran a Jesús como autor de la salvación y principio de la unidad y de la paz, es la Iglesia convocada y constituida por Dios, para que sea sacramento visible de esta unidad salutífera para todos y cada uno.

Concilio Vaticano II. Constitución Dogmática Lumen Gentium, 9

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