La convención republicana que concluyó el 21 de julio con la designación oficial de Donald Trump como el candidato del partido para la presidencia de EEUU debía marcar el punto final de unas primarias caracterizadas por las polémicas y las tensiones internas.
Sin embargo, las discordias dentro de la colectividad no han hecho sino aumentar, alcanzando esta semana un nuevo punto crítico, luego de que el magnate de los bienes raíces se negara a respaldar la reelección del jefe de la cámara de Representantes y desatara la ira pública al atacar a la familia iraquí de un soldado estadounidense caído en combate.
Y las perspectivas no parecen prometedoras. Los líderes tradicionales del partido han realizado grandes esfuerzos por alinear a sus miembros a regañadientes detrás de la figura del candidato, pero Trump parece decidido a boicotear estos intentos, generando nuevas polémicas permanentemente y desgastándose en confrontaciones menores.
Las pugnas internas están obstaculizando además la campaña de los republicanos por restar apoyo a la candidata demócrata, Hillary Clinton, que comienza a sacar ventaja en las encuestas, pese a la resistencia que ella también genera dentro de su propia organización.