Editorial

Reivindicar la política de los acuerdos

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El fallecimiento del ex Presidente Patricio Aylwin ha vuelto a poner entre los temas de debate nacional la legitimidad y vigencia de uno de sus legados políticos más transcendentales y que ha tendido a resumirse en el concepto de política de los acuerdos.

La idea de promover el diálogo y la negociación entre actores políticos, económicos y sociales en posiciones a veces muy divergentes para buscar el mayor consenso posible y echar a andar así soluciones que permitan superar el estancamiento se plasmó con claridad durante su mandato a comienzos de los ‘90 y tuvo más seguidores que detractores durante la mayor parte de los siguientes gobiernos de la Concertación.

En los últimos años, y transcurridos ya varios desde el gobierno de transición a la democracia que lideró Aylwin, esta concepción se volvió más controversial, de la mano del surgimiento de nuevos actores, algunos representativos de generaciones más jóvenes y otros de sectores que antes o no existían o eran menos numerosos y que ven en esta política de los acuerdos la posibilidad de transar principios y convicciones.

Quienes defienden este camino de búsqueda de diálogo para pactar respuestas comunes lo reivindican sobre todo porque, en lugar de ser una vía para llegar a arreglos entre unos pocos, representa la voluntad de privilegiar lo que une con el propósito mayor de afianzar el bien común.

Una política de los acuerdos actualizada a la nueva realidad exige, tal como antes, voluntad de diálogo y demanda recuperar confianzas, lo que es muy difícil lograr si no hay al mismo tiempo decisión de aceptar las diferencias y encontrar razón donde antes no se hallaba.

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