Editorial

Retiros previsionales: los pensionados al último

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La opinión pública tiene sobrados motivos para observar entre indignada y confundida el debate que está teniendo lugar en el Congreso a propósito del llamado “quinto retiro” de ahorros previsionales.

El gobierno anterior concluyó con un amplio consenso político y técnico en torno a los severos efectos económicos de los retiros anteriores, todos los cuales se han comprobado luego en la práctica en la inflación, los créditos hipotecarios y el mercado de capitales, entre otros. Tal fue dicho consenso, que ambas candidaturas a la Presidencia hicieron campaña en contra de la posibilidad de un quinto retiro, lo que en el caso del ganador supuso un radical giro respecto de su postura previa y, de hecho, fue un eje clave en el nombramiento del actual ministro de Hacienda, conocido y férreo crítico de dicha política.

Se ha perdido por completo de foco el verdadero propósito de esos fondos, que es financiar la jubilación de sus dueños.

Desde su asunción hace apenas un mes, el nuevo gobierno ha mantenido esa postura de activo rechazo al proyecto de quinto retiro que promueven parlamentarios de su sector, reiterando los argumentos técnicos en contra. No se entiende, por tanto, que cediendo a la presión política oficialista, debilite ahora dichos argumentos presentando un proyecto de retiro “acotado”, que se diferencia del “incondicional y masivo” -al que dice seguir oponiéndose- porque se limitaría su uso a ciertos fines: pensiones alimenticias, primera vivienda, deudas financieras y servicios básicos.

Hacienda explica que lo anterior no tendrá costo fiscal y asegura que no echará “leña a la hoguera de la inflación”, pero esto último es a lo menos discutible, y no enfrenta el inevitable costo que tendrá la coordinación entre privados para asegurar que los recursos retirados vayan a los fines mencionados y no a consumo; tampoco el probable impacto en las pensiones solidarias y la PGU. En paralelo, un grupo de senadores ha presentado otro retiro “acotado”, con carácter de permanente para usos específicos, como gastos de salud.

En todo esto se pierde por completo de foco el verdadero propósito de esos fondos, que es financiar las pensiones de sus dueños. Lo cierto es que esta medida, además de probadamente dañina para la economía hoy, es sin ninguna duda perniciosa para las jubilaciones de mañana.

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