Opinión

El fin de un modelo equivocado

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Cualquier empresa va a invertir para recuperar su inversión y tener ganancias; ni con US$ 10 ni con US$ 27 lo hacen. La única forma es nivelar los precios y así cualquier empresa tendrá utilidades.

Palabras lógicas y nada sorprendentes cuando se trata de implementar una política de competencia y fomento productivo, pero que en este caso cobran un valor especial por cuanto provienen del presidente de Bolivia, Evo Morales, el mismo que asumió promoviendo la nacionalización de los recursos y que hace un año amenazaba a las firmas con tomar decisiones sobre sus campos petroleros si no concretaban nuevas inversiones. El mismo que atraviesa uno de sus mayores conflictos con la ciudadanía al promover un alza de hasta 83% para detener lo que ahora califica como un cáncer que tiene a las petroleras recibiendo no más de US$ 10 por barril producido, mientras que en el mercado internacional el precio supera los US$ 90 por unidad.

La única forma de incentivar la producción es acabando con la subvención, declara Evo Morales. Tras una caída superior al 50% en la producción petrolera de Bolivia, es posible que el cambio resulte algo tardío, pero no deja de tener significancia desde el punto de vista político.

Porque mientras Morales se esfuerza por avanzar hacia una política de precios transparente y competitiva, su par venezolano Hugo Chávez, anuncia la eliminación del dólar preferencial que benerfició a las importaciones de alimentos y medicinas. También optó por vetar una recién aprobada Ley de Educación Universitaria que obligaba a los centros de estudio a adoctrinar sobre la base del modelo productivo socialista.

El modelo bolivariano está agotado, afirma el periodista argentino Carlos Pagni, aunque en su país las autoridades prefieren amenazar a una empresa eléctrica antes de asumir que las restricciones energéticas no son más que una consecuencia de las erróneas políticas aplicadas por los gobiernos de turno.

Venezuela, convertida en la única nación del continente incapaz de salir de la crisis económica, con una contracción en torno al 2% de su PIB en 2010 y un aumento de la pobreza estimado entre 4% y 5%, es el más claro ejemplo de que las malas políticas públicas tienen consecuencias reales. El populismo cuenta con herramientas potentes para ganar elecciones -y luego perpetuarse en el poder mediante la probada fórmula de modificar constituciones e instaurar reelecciones-, pero carece de la efectividad social y económica como para sostenerse en el tiempo. Tarde o temprano, su inconsistencia sale a la luz.

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