Tomar distancia para ver mejor: el arte de ganar perspectiva desde dentro
Por Daniela Balocchi, head of People Chile #Soy Promociona
Hace un año tuve un accidente doméstico que me obligó a parar en seco. Las secuelas físicas y emocionales fueron profundas y me vi fuera del mundo laboral durante casi 12 meses. Fue un distanciamiento no planificado, pero que hoy veo fue necesario. Durante ese tiempo -entre terapias de todo tipo, silencios que al principio dolían, y rutinas que se alejaban del deber constante- tuve la oportunidad de reconectar conmigo desde un lugar distinto. Ver con otros ojos la vida y el ritmo que sostenía.
Desde esa distancia forzada, la vorágine diaria comenzó a parecerme una locura compartida. Me preguntaba con asombro: ¿Cómo lo hacía antes? ¿Realmente todo era tan urgente, tan crucial? ¿Qué de todo eso era lo que me desgastaba tanto?
Pude observar, sin el ruido habitual, lo que muchas veces no nos permitimos mirar: el nivel de desborde emocional y cansancio físico que habita en muchos equipos, y que, poco a poco, comienza a permear nuestras casas, relaciones, y sueños.
Regresé al trabajo con foco, propósito y con profunda gratitud, pero también con miedo. Porque apenas pasaron unas semanas, sentí cómo la rueda volvía a girar y me llevaba con ella. La bandeja de entrada se llenaba, las reuniones se acumulaban, la agenda volvía a quedarse sin oxígeno. Volvía el bucle de siempre. Ahí comprendí que no basta con parar un año para “cambiar de vida” si no hacemos un cambio desde adentro.
Tomar distancia no siempre significa irse. A veces, es simplemente aprender a mirar distinto. Es poner límites conscientes, dejar de romantizar el sacrificio, y reconocer cuándo el cuerpo y la mente están pidiendo aire. Es aprender a vivir sin que todo atormente tanto.
Y desde el liderazgo, este aprendizaje adquiere una dimensión aún más potente. Las personas que acompañamos -con sus historias y propias cargas- necesitan espacios para actuar con más intención. Y quienes lideramos tenemos la responsabilidad de reconocer que nuestro lugar no está siempre en la respuesta inmediata, pero sí en una dirección clara. Comprender que el propósito organizacional no se construye desde la sobrecarga ni desde la hiperactividad, sino desde la coherencia, la energía y la visión.
Las pausas no solo nos permiten sanar. También nos permiten ver qué necesitamos empujar como organización, qué transformaciones hacen sentido, qué ideas están pidiendo nacer (y cuáles morir), pero por sobre todo, desde qué lugar las estamos impulsando.
En un entorno que exige innovación, adaptabilidad y visión de largo plazo, la pausa es una práctica estratégica. Porque solo cuando desaceleramos podemos mirar más profundo, escuchar de verdad y conectar con aquello que realmente trasciende. Y es desde ahí -desde esa energía renovada y alineada- que se puede generar impacto real. Ese que deja huella cuando miramos hacia atrás.
Hoy entiendo que no necesito tenerlo todo resuelto para seguir avanzando. Tomar distancia para tomar perspectiva no es un lujo. Es una estrategia de vida. Y también de liderazgo. Porque solo desde la pausa y la claridad podemos empujar lo que verdaderamente importa. Mi invitación, especialmente para quienes lideramos equipos o impulsamos procesos de cambio, es a mirarnos con más honestidad, hablarnos con más compasión, y liderar con la valentía de quien también se permite parar.
Así, cuando miremos hacia atrás, podamos ver no solo lo que hicimos, sino cómo lo hicimos. Y desde qué lugar fuimos dejando esa huella que da sentido a todo lo demás.