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Cómo Putin está cambiando el mundo

Edward Luce© 2022 The Financial Times Ltd.

Por: Edward Luce© 2022 The Financial Times Ltd. | Publicado: Viernes 8 de abril de 2022 a las 04:00 hrs.
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Edward Luce© 2022 The Financial Times Ltd.

Los hitos no son siempre el momento clave del cambio, sino el punto en que la historia indica que ya no se puede ignorar. El 24 de febrero fue la fecha en que Rusia invadió Ucrania. Ese día también marcará el punto en el que el mundo innegablemente se dividió en bloques. Sea cual sea el resultado de la guerra de Vladimir Putin, la geopolítica ahora está dividida entre el Occidente y una Eurasia chino-rusa. La mayor parte del resto de los países, incluyendo India, el mayor Estado pendular del mundo, se encuentra en el medio.

“A Vladimir Putin le corresponde la infame distinción de ser el creador de una nueva bipolaridad global; a Joe Biden, el papel principal de establecer los términos. No cabe duda de que se avecina una nueva era, pero la determinación del Occidente aún no está asegurada”.

En un mundo más tranquilo, los bloques opuestos se adaptarían a una coexistencia tipo Guerra Fría. Una estabilidad como ésa pudiera tardar en surgir. El corto plazo seguiría estando cargado de incertidumbre. Las preguntas que se están planteando actualmente son pertinentes para un gran cambio. ¿Estamos volviendo a una era nuclear? ¿La globalización está dando marcha atrás? ¿Está ahora descartada como opción la cooperación en materia de cambio climático? ¿Puede la democracia superar a la autocracia? Hasta hace poco, la mayoría de los occidentales creían conocer las respuestas.

Es apropiado que Putin, cuyo odio hacia el Occidente se ha convertido en su principal motivación, haya sido quien ha dejado caer la nueva cortina de hierro. También es irónico. Los estrategas occidentales han tendido a descartar a Rusia como una potencia en declive. Pero el menguante estatus de Rusia la ha puesto en una posición más apremiante que la de China, la cual, hasta hace poco, se contentaba con esperar su momento. La pregunta más obvia es cuál de las dos marcará el paso.

La respuesta, de ahora en adelante, puede que sea: ninguno de los dos países. Para sorpresa de muchos, Joe Biden en las últimas semanas se ha convertido en un cruzado de la libertad mundial al estilo de Ronald Reagan. Su discurso en Varsovia se destacó por su espontánea insinuación de que Putin debería dejar de estar en el poder. Pero sus comentarios formales fueron igualmente significativos. Estamos en una “batalla global entre la autocracia y la democracia”, dijo Biden. “Debemos prepararnos para una larga lucha por delante”.

El objetivo no declarado de Estados Unidos es el cambio de régimen ruso. De las tres grandes potencias militares del mundo, China parece hasta ahora la más apegada al “statu quo”. Nada de lo que ha dicho o hecho Xi Jinping desde la invasión de Moscú se compara con el reto que ha lanzado Biden. Putin ha degradado sus objetivos bélicos al control de una porción del territorio ucraniano y a la neutralidad de Ucrania, los cuales parecen alcanzables.

El inesperado comodín, por lo tanto, es el EEUU de Biden. En algún momento, Volodymyr Zelensky, el líder de Ucrania, pondrá a prueba la profundidad de la retórica del presidente estadounidense. Antes de los informes de la semana pasada sobre los crímenes de guerra rusos en Bucha y en otros lugares, Zelensky dijo que estaba abierto a un acuerdo y que quería reunirse con Putin cara a cara.

El Occidente insiste en que sólo Zelensky puede decidir lo que es aceptable. Ésa es la mitad de la historia. La otra es que es poco probable que EEUU levante todas sus sanciones, o incluso la mayoría de ellas, mientras Putin esté en el poder. Cualquier otra cosa sería aceptar la derrota. En palabras de Biden, las sanciones son “un nuevo tipo de arte de gobernar económico con el poder de infligir daños que rivalizan con el poderío militar”.

La implicación es que las sanciones también estarán al servicio de la lucha más amplia de EEUU por la democracia. Rusia, que era la undécima economía del mundo antes del 24 de febrero, pronto ni siquiera figurará entre las veinte primeras, advirtió Biden. “La oscuridad que impulsa la autocracia no es, en última instancia, rival para la llama de la libertad”, señaló el presidente.

Ésta es la nueva bipolaridad global en su máxima expresión. A Putin le corresponde la infame distinción de ser su creador; a Biden, el papel principal de establecer los términos. Tres áreas son las más obvias. La primera es económica. Antes de la invasión de Ucrania, se especulaba sobre si alguna moneda, incluyendo el renminbi chino, podría sustituir al dólar.

La mayoría de los economistas piensa que la pérdida de la primacía del dólar sigue siendo muy improbable en el futuro cercano. Mucho depende de lo que Washington planee hacer. EEUU ha demostrado su notable poder para bloquear una economía grande y aplicar sanciones en su élite global. Otras élites nacionales, las cuales también cuentan con cleptócratas occidentalizados en sus filas, ahora están buscando planes alternativos.

Los gobiernos de los mercados emergentes estarán pendientes de cómo sopesa Occidente las reparaciones causadas por los daños de la guerra en Ucrania. Biden pudiera confiscar parte, o la totalidad, de las reservas de divisas de Rusia para reconstruir el país. Él sentó un precedente a principios de este año, cuando EEUU secuestró la mitad de las modestas reservas de Afganistán. Los activos congelados de Rusia superan los US$ 300 mil millones. Si EEUU hiciera lo mismo con Moscú, pudiera desencadenar un alejamiento del dólar.

Una segunda preocupación es la carrera armamentista mundial. Antes de la invasión liderada por Putin, China y Rusia ya estaban modernizando sus sistemas nucleares, especialmente los misiles hipersónicos. EEUU ahora también aumentará su gasto militar, el cual pudiera llegar a alcanzar hasta el 5% del PIB, un aumento de aproximadamente un cuarto. La mayoría de los países europeos ya no necesitan que Washington los presione para cumplir con sus compromisos de gastar el 2% en la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Otros países concluirán que fue una insensatez que Ucrania renunciara a sus armas nucleares en 1994. Es probable que la proliferación se convierta en un serio y recurrente problema durante los próximos años.

Una tercera cuestión es ideológica. La respuesta más sorprendente a la agresión de Putin ha sido la intensidad de la reacción pública del Occidente. Es una incógnita si esto perdurará. La reciente subida en las encuestas de la ultraderechista Marine Le Pen antes de las elecciones presidenciales de Francia es un presagio de la fragilidad de la democracia. Otra es la planeada revancha de Donald Trump con Biden en 2024. Trump y Le Pen presentarían un Occidente muy diferente al defendido por Biden y por Emmanuel Macron. No cabe duda de que se avecina una nueva era. Pero la determinación del Occidente aún no está asegurada.

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