Cartas

Cartas al Director

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Caso Beccacece
Señor Director:

La esclavitud terminó hace muchos años. Nadie puede ser obligado a trabajar donde no está cómodo, no importando lo que diga un contrato. A su vez, la tutela laboral es irrenunciable y, por tanto, ninguna cláusula puede disminuir los derechos que la ley reconoce a los trabajadores, como es el de renunciar.

Es por eso que el problema actual no es de derecho laboral, sino un asunto privado. Cada vez que un Club contrata por un plazo fijo a un jugador, asume un riesgo mayor que no existe en un contrato de carácter indefinido. El pago hasta el final del contrato. Como contraprestación, se establece que si otro Club quiere a dicho jugador, el mayor riesgo que se asumió en su momento, debe compensarse con un monto. Así se ha acordado entre pares. Desde ese punto de vista, nada necesariamente laboral hay aquí. Lo hecho por la U al violentar esta auto regulación privada entre iguales, puede causar el fin del fútbol rentado. Ninguna institución puede obligar a un futbolista a permanecer si no quiere, y el único incentivo que tienen para respetar esos contratos es la imposibilidad de jugar en otros equipos. Si esto se elimina, los clubes quedarán sin patrimonio y absolutamente sin control. Si la FIFA no sanciona fuertemente a la U y le exige respetar este pacto entre iguales, va a quedar un caos. Ningún equipo chico va a poder retener jugadores y solamente quienes más dinero puedan pagar en sueldos van a poder competir. ¿Cree la U poder pagar más que los europeos?

Este no es un asunto laboral, sino de honestidad deportiva y de respeto por los pares.

Cristián Gabler
Abogado


Diagnóstico de las rentas vitalicias

Señor Director:

Una columna de similar título fue publicada en la sección “Tribuna Libre” el 11 de diciembre, escrita por el Sr. José Camposano, presidente de la Asociación de Aseguradores de Chile (AACh). En síntesis, él destacó los sólidos indicadores de solvencia de las compañías de seguros: fortaleza financiera, excelentes clasificaciones de riesgo y patrimonios superiores a lo exigido. Agregó que los pasivos adquiridos son previsibles y de largo plazo y que se formó un círculo virtuoso con el financiamiento dado al mercado de capitales. Para finalizar, señaló que el sistema está diseñado para ser autosustentable y que el Estado solo debe hacerse cargo de las pensiones solidarias. Sin mayores argumentos sobre los cuales discutir, concluye que el diagnóstico sobre el sistema de rentas vitalicias (RV) es muy positivo.

Mis conclusiones son totalmente contrarias: la caída en la tasa de interés/descuento resulta gravísima en el patrimonio y solvencia de las compañías de seguros de vida. Dado los flujos de pensiones prometidos de por vida, con una rentabilidad “asegurada”, éstas deben ser valorizadas a tasas puras libres de riesgo. Resultado: pasivo contable significativamente subvalorado en relación al pasivo económico (real, efectivo), con la consecuente incapacidad de operación futura de éstas. Por otra parte, la forma en que se aplican los Test de Suficiencia de Activos y el futuro Capital Basado en Riesgo podría ser una trampa, porque en base a generosos supuestos se estaría permitiendo seguir vendiendo RV bajo una ficción contable, incluso registrar utilidades y distribuir dividendos. En definitiva, una aparente sensación de adecuada supervisión. El que la autoridad respectiva y las clasificadoras de riesgo no hayan dado las correspondientes advertencias es bastante inexplicable, dado que las señales de bajas tasas reales -parámetro básico del diseño- se dieron desde hace muchos años y todo indica que se mantendrán.

Conclusión: el sistema no está operando en un ambiente seguro y los controles que se realizan no estarían siguiendo un criterio conservador. Lamentablemente ya pasamos el punto de no retorno, pero la situación puede empeorar aún más, con indeseados efectos colaterales en todo el mercado de capitales y en la ciudadanía, por lo que es vital sincerar las cifras y tomar las medidas correctivas para la sobrevivencia del sistema y su legitimización.

Iván Rojas B.

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