Cartas al Director

Señor Director:


En la edición de ayer, su diario publicó con gran fotografía mía y con título resaltado la quiebra de Embotelladora Llacolén, afirmando que es una empresa mía. Es delicado que su diario entre al mercado sensacionalista afirmando públicamente un hecho alejado de la verdad. Una empresa nuestra es accionista en un 20% de la misma, estando lejos de ser dueña.
Lo que puedo agregar es que esa empresa es el fruto de un arduo trabajo de un emprendedor autodidacta. Es de esa gente que “se dice” hay que apoyar y ayudar en su afán creativo. (Esa gente es la que mueve un país).
Ese empresario ha vivido muchos infortunios y el golpe de gracia lo recibió con el terremoto y consecuente saqueo de sus bienes, más la falta de pago oportuno del seguro.
Llacolén está en continuidad de giro y mi opinión es que va a salir airosa del problema una vez que quede solucionada la situación del seguro.

Jürgen Paulmann



Señor Director:


En marzo, tenemos la posibilidad de votar la Ley de Tabaco restrictiva, la cual está llena de mitos y falacias. Mitos como que van a disminuir los ingresos de los empresarios gastronómicos, eso no ha ocurrido en otros países o mitos como que existirá mayor contrabando si hay una restricción mayor, pero eso tampoco está comprobado que ocurra. Curiosamente cuando se intenta votar esta ley aparecen comentarios como éstos.
Frente a esto sólo invito a reflexionar sobre el siguiente punto: en este momento el ingreso por tabaco en Chile es de 
US$ 990 millones, pero el gasto dicho por el ministro de Salud, Jaime Mañalich, es de US$ 1.010 millones por enfermedades asociadas al tabaco. Entonces se está haciendo un mal negocio ¿no? En Chile hay 17 mil muertes al año relacionadas directamente al tabaco, porque no solo se afecta el pulmón, sino que también otros órganos.

Dra. Carolina Herrera,
Presidenta Sociedad Chilena de Enfermedades Respiratorias 
Académica Facultad Medicina U. Andrés Bello



Señor Director:


Día tras día, las noticias del conflicto que se está viviendo en Aysén se van complicando y aparecen las más variadas hipótesis acerca de sus razones y de quién estaría o no estaría detrás con un afán de sacar alguna cuenta alegre para sus propios intereses. Que grupos políticos, anarquistas o “verdes” estarían alentando el desorden; que en realidad no hay razones a la vista para tanto malestar; que en realidad es el precio de la leña la razón fundamental; o que los combustibles, etc. Hay pocos grupos o situaciones que hasta ahora no han sido responsabilizadas de tener algún interés contrario al orden y el desarrollo público.
Sin embargo, creo que se hace necesario -más que nunca probablemente- entender que el problema no sólo es Aysén. También lo es, por ejemplo, Arica, Puerto Natales, Parral, Quintero y todas aquellas ciudades y localidades regionales que en realidad ven a la distancia, cómo el desarrollo del país está cada vez más concentrado en la Región Metropolitana y una que otra ciudad grande y ellas se mantienen prácticamente igual que hace una, dos o tal vez más décadas. El problema entonces no es cuánto debe costar la leña o si se subsidia el combustible en Aysén o pesos más o menos de inversión en esa región. El problema es a mi juicio, cómo repensamos y creamos los incentivos y mecanismo necesarios para que este querido país no se ahogue cada vez más en un centralismo político, económico, cultural, educacional y social que a las regiones enferma.
Y si de reformas gigantescas y de profundos alcances se tratara, para que este o el próximo gobierno impusieran un sello a recordar por generaciones, sin duda que aquella que dijera relación con no permitir que ese centralismo arrollador siga imponiéndose sobre las regiones, sería una excelente candidata. O acaso ¿no hay espacios para pensar en una estructura impositiva diferenciada, o mecanismos que incentiven el desarrollo de áreas como la educación o la atención de salud también diferenciadas, o tal vez, el mover ciertas estructuras de Gobierno a las regiones?.

Renato Hamel