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Brexit y los riesgos de la democracia directa

Dalibor Eterovic Managing Director TRG Management Cassandra Sweet Directora Espacio Público, académica Bard College

Por: Dalibor Eterovic Managing Director TRG Management y Cassandra Sweet Directora Espacio Público, académica Bard College | Publicado: Jueves 22 de noviembre de 2018 a las 04:00 hrs.
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Dalibor Eterovic Managing Director TRG Management y Cassandra Sweet Directora Espacio Público, académica Bard College

Hay varias razones que hacen el referendo del 23 de junio de 2016 en el Reino Unido un hito de significancia global.

Primero, marca de manera simbólica el fin del proceso de globalización y mayor integración económica apoyado por países industrializados y adoptado por los emergentes que se transformó en una mantra desde la postguerra. Segundo, confirma la ascendencia del poder político de movimientos nacionalista/populistas. Ya había varios indicios de que el péndulo político movia en esa dirección, los regímenes en Polonia y Hungría, el aumento del voto de partidos de extrema derecha en Suecia y Francia, pero el Brexit deja en evidencia que el riesgo a las democracias liberales no es sólo en países con instituciones consideradas débiles.

El tercer punto es cultural. En los casi 10 años que los autores vivimos en el Reino Unido, entre Cambridge y Londres, conocimos una sociedad diversa, respetuosa de las distintitas visiones y orígenes que la componen, con gente con una inusual capacidad para reírse de sí mismos y una pasión por el bar local y las pintas a las 5pm. Sin embargo, es claro que desigualdades sociales, regionales y demográficas escondían muchas de las tensiones nacionalistas que hemos visto emerger desde el referendo. Al proponer de manera vaga un futuro, fuera de la UE, los de la vision pro-Brexit lograron canalizar las múltiples aspiraciones de grupos muy diversos.

Hoy en día, el gobierno de Teresa May intenta darle una forma concreta a lo que significa Brexit a través de la aprobación parlamentaria de un difícil acuerdo alcanzado con la UE. El documento, de casi 600 páginas, no deja a nadie contento. Los a favor de Brexit duro reclaman por la pérdida de soberanía que implica mantener la unión aduanera por un tiempo no delimitado; el partido Unión Democrática se opone a que Irlanda del Norte se alinee legislativamente a Europa; los conservadores en Escocia se oponen a la incertidumbre respecto a los derechos de pesca y, finalmente, los conservadores contra el Brexit se oponen a todo lo que signifique Brexit. Todo parece indicar que el resultado final será o una aprobación de este acuerdo, con la ayuda de la oposición o un cambio de gobierno que maneje una salida de la Unión sin ningún acuerdo. La esperanza de que se reverse el curso a través de un nuevo referéndum parece lejana. Nuestro respeto por el liderazgo de May va en aumento, le pasaron un melón y está tratando de cargarlo de la mejor manera posible.

Y es ahí donde surge la mayor lección. El referéndum de Brexit ejemplifica los límites de la democracia directa en la cual se le pide a los ciudadanos votar por la política pública en vez de por representantes que luego formulan políticas. En este caso, la gran falta de información a la cual los ciudadanos estaban expuestos en terminos de los impactos de Brexit ahora se hace transparente. El voto en sí mismo tiene un gran valor democrático, pero como explicó Robert Dahl, la calidad de democracia no se determina sólo en tener urnas. Consultas populares deben estar bien diseñadas, con transparencia, dentro del proceso institucional. Si el proceso de toma de decisión está mal hecho, no es raro que tomemos malas decisiones.

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