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Chile requiere fortalecer su institucionalidad en tecnología

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La tecnología permeó todas las capas de la sociedad en forma transversal y avasalladora, configurando la nueva Sociedad Digital. La humanidad ha ido pasando por diversas etapas de participación, de ejercicio de derechos y de expresión de opiniones: en la antigua Grecia fue la plaza y en la actualidad son los medios de comunicación. Es así como en las últimas décadas las TICs han tejido a través del mundo una red invisible de ideas, mensajes, consignas, difusión de conocimientos, etc.

Pero aún hay muchos que no tienen acceso a esta nueva realidad, lo que supone una profundización en la brecha de las oportunidades y la desigualdad. Es por ello que, como industria, éste es un tema prioritario para el país. En especial, cuando vemos a diario cómo conviven en nuestra sociedad los analfabetos digitales o los que utilizan las TICs con miedo, con quienes navegan con soltura (los llamados “nativos digitales”) que desde sus primeros años de vida aprovechan las ventajas de la tecnología y las nuevas tendencias como bigdata, social media, cloud y mobility.

En este escenario, la Asociación Chilena de Empresas de Tecnologías de la Información (ACTI) ha procurado ser un articulador de cambio colaborando activamente en las políticas públicas de desarrollo digital de todos los gobiernos y, en el último tiempo, en los diálogos que fueron insumos para la elaboración de la Agenda Digital 2013-2020. Un punto de partida, desde donde se plantean importantes desafíos para su implementación, tales como: institucionalidad, modelo de gobernabilidad, así como incorporar algunas áreas que estuvieron ausentes. Todo lo anterior exige pasar desde esas grandes definiciones a planes de acción concretos, con responsables de su ejecución, recursos financieros y un sistema de métricas que permita evaluar los resultados.

Nuestra industria ha insistido respecto de lo precaria de la institucionalidad chilena en estas materias. Por eso, hemos oído con satisfacción a los encargados digitales de las candidaturas de Evelyn Matthei y Michelle Bachelet -Fernando Prieto y José Miguel Benavente, respectivamente-, quienes coincidieron en la necesidad de crear un Ministerio de la Ciencia, Tecnología e Innovación durante el próximo gobierno. En horabuena, porque cada día más las vidas de las personas dependen de soluciones tecnológicas. Esta nueva realidad exige de una institucionalidad que no sólo promueva su permanente y rápido avance, sino que contribuya a que sus efectos positivos en salud, educación, vivienda, seguridad, transporte, defensa y minería, entre otras áreas, sean de fácil y democrático acceso, porque una polis que funciona bien demanda de estas características.

Esta debiera ser una tarea crucial para el Estado: disminuir las brechas y asegurar el acceso universal a los servicios y beneficios del país.

La tendencia es clara y la ruta está trazada. El país y la sociedad chilena tienen una sola opción: ajustarse a una realidad cambiante y desafiante, dotándola de una institucionalidad fuerte en tecnología, como lo exigen las sociedades modernas.

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