La forma y el fondo en el debate de la reforma tributaria

Claudio Agostini

En los últimos dos meses hemos visto en Chile un intenso debate tributario, tal vez como nunca lo había habido en nuestra historia. Me parece bien debatir sobre el sistema tributario en Chile y hacerlo abiertamente.

Durante los últimos 25 años en Chile, al menos desde la reforma de 1990, todos los gobiernos han sido reticentes a discutir sobre el sistema tributario y analizar la posibilidad de hacer cambios. La paradoja es que en este mismo período han habido múltiples cambios tributarios y con no poca frecuencia. Algunos han surgido por la necesidad de mayor recaudación frente a emergencias o nuevos gastos del Estado y otros han sido solo el resultado de grupos de presión que quieren ventajas tributarias. En mi opinión, en varios de estos cambios ha habido improvisación, estimaciones a la rápida y una clara ausencia de un debate de fondo sobre políticas tributarias.

Si bien en este debate existen legítimas diferencias de opinión, los argumentos a favor y en contra de la reforma tributaria se han extremado a niveles que me parecen casi absurdos y que reflejan en ambos casos más ideología que economía. En otros casos son simplemente una defensa corporativa de privilegios tributarios existentes sin justificación alguna. Por eso creo que es relevante levantar la mirada y tener en cuenta algunos principios básicos de política tributaria que hagan que no se pierda el norte en la discusión.

Un buen sistema tributario permite recaudar los recursos necesarios para financiar la provisión de bienes y servicios públicos que entrega el Estado, logra mejorar la eficiencia económica a través de impuestos a las externalidades negativas y, si la sociedad tiene preferencias por equidad, contribuye a redistribuir ingresos a través de un impuesto progresivo al ingreso. Esto último requiere tasas marginales más altas para ingresos mayores y un impuesto negativo al ingreso para ingresos más bajos. Al mismo tiempo, un buen sistema distorsiona lo menos posible las decisiones de los agentes económicos y tiene costos bajos de administración y fiscalización.

Algunos principios de política tributaria relevantes para tener un buen sistema son: minimizar exenciones tributarias y regímenes especiales, recaudar en la fuente de los ingresos, integrar impuesto a las personas con el de empresas, y tener equidad horizontal. Por eficiencia y equidad es vital que personas con igual ingreso paguen lo mismo en impuestos, independiente de las fuentes de sus ingresos, del sector económico en el que realizan sus actividades y de la forma organizacional en que lo hacen. En Chile hay múltiples exenciones y regímenes especiales y la equidad horizontal cojea fuerte. Eso es lo que hay que cambiar y mejorar significativamente.

Sin duda, las reformas tributarias producen incertidumbre, lo que puede tener efectos negativos mayores que las reformas mismas y por ello es razonable no hacerlas muy frecuentemente. Sin embargo, aún peor es haberlas hecho igual, en cómodas cuotas, múltiples veces y sin un buen debate. Por eso me parece bien que en Chile tengamos finalmente una discusión nacional sobre el sistema tributario y ojalá llegar a un consenso amplio respecto al sistema tributario que queremos tener.

Igual de importante es el tipo y la forma de debate que debemos tener. Creo que estaremos todos de acuerdo en las virtudes de tener un debate abierto y serio, idealmente con números y estudios encima de la mesa, donde se escuchan argumentos y se está dispuesto a cambiar de opinión, sin prepotencia y sin descalificaciones personales. En muchas de estas dimensiones, creo que lamentablemente no todos los actores relevantes han estado a la altura.

Podemos discrepar y debatir respecto de cómo solucionar los problemas de elusión e inequidad horizontal en Chile, pero ese debiera ser el norte. Lo importante es que no se nos pierda en el camino de la discusión tributaria actual y que tengamos un buen debate respecto de cómo alcanzarlo, así habremos contribuido de verdad a tener un Chile mejor.