Una primera reacción a la propuesta tributaria

Claudio Agostini

Finalmente el gobierno presentó su propuesta reforma tributaria y hoy empieza un debate como tal vez nunca habíamos tenido como país sobre este tema. Si bien al momento de escribir esta columna no se conocen aún todos los detalles, hay propuestas razonables, otras incompletas y otras ausentes.
Si bien uno quisiera tener el detalle de los gastos primero, es razonable que un gobierno que quiere gastar más en forma permanente aumente sus ingresos en forma permanente. Sin embargo, más allá del aumento en los ingresos tributarios del fisco, importa la forma en cómo se recauda.
Un primer lugar donde buscar mayores recursos es en los mercados donde existen ineficiencias que los impuestos pueden corregir. Ese es el caso cuando hay externalidades negativas como en el consumo de cigarrillos, alcoholes y combustibles. Se avanza al aumentar el impuesto al alcohol, dada la alta tasa de alcoholismo y ausentismo laboral asociado que hay en Chile. Sin embargo, más importante es el diesel que contamina más que la gasolina y tiene una tasa de impuesto más baja. Además, los camiones que congestionan más que los vehículos menores pueden recuperar una parte del impuesto pagado, beneficio obtenido ejerciendo presión con el bloqueo de carreteras. Aumentar el impuesto al diesel para igualarlo al de las gasolinas aumentaría la recaudación y mejoraría la asignación de recursos, lo cual tiene efectos positivos en el crecimiento económico. Lamentablemente la propuesta de reforma no toca el impuesto al diesel. Entiendo que políticamente es difícil, pero estoy en desacuerdo con que ni siquiera se intente.
Una segunda dimensión que es relevante considerar es la equidad horizontal en el impuesto al ingreso, que equivale a decir que dos personas que ganan lo mismo deben pagar lo mismo, independiente de las fuentes de sus ingresos, el sector económico donde trabajen o la zona geográfica donde vivan. Eso hoy no ocurre porque hay incentivos para que personas de altos ingresos eludan o evadan impuestos haciendo aparecer sus ingresos laborales como ingresos de una empresa. Existen además varias exenciones y regímenes especiales que facilitan la elusión y favorecen a las rentas del capital (dividendos y ganancias de capital). La reforma propuesta avanza en la dirección correcta en este sentido. Por un lado, reduce la brecha de tasas existente entre el impuesto a las empresas y la tasa máxima a las personas, lo cual reduce en algún grado los incentivos para crear empresas de papel. Sin embargo, eso no basta y la propuesta se queda corta. Por ejemplo, se mantiene aunque acotado el sistema de renta presunta. Las empresas acogidas a este sistema hoy pagan en impuestos menos de la mitad de lo que les corresponde y el 86,5% de sus utilidades pertenecen a contribuyentes en el decil de más altos ingresos. Las razones históricas para la tributación bajo renta presunta ya no existen. Estas empresas operan en el sector financiero, pagan IVA y es fácil fiscalizarlas. Hay que ponerse colorado y derogar este sistema de una vez.
En general, una reforma tributaria que elimina exenciones que favorecen algunas fuentes de ingreso por sobre otras y a algunos sectores por económicos por sobre otros es una reforma con efectos muy positivos. Por un lado, aumenta la eficiencia económica al disminuir distorsiones entre fuentes de ingreso y bajar los costos de fiscalización. Por otro lado, restaura la equidad tributaria horizontal permitiendo que personas que ganan lo mismo paguen lo mismo en impuestos, independiente de las fuentes de sus ingresos y el sector económico donde trabajen. En los anuncios hasta ahora, hay un tímido avance en reducir la exención de IVA a la construcción en vez de eliminarlo que es lo eficiente de hacer y no se dijo nada de la tributación de los fondos privados de inversión y la exención a las ganancias de capital en acciones con alta presencia bursátil. Ojalá en los detalles de los próximos días escuchemos nuevas medidas en esta dirección.