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Descentralización y sociedad libre

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La semana pasada entregamos a la Presidenta de la República el informe final de la Comisión Asesora Presidencial de Descentralización y Desarrollo Regional. En solemne acto en el plenario del Congreso en Valparaíso, y ante comisionados, ministros, parlamentarios, líderes regionales y autoridades de diversa índole, Bachelet no sólo elogió las políticas públicas y las 70 medidas propuestas, sino que se comprometió públicamente a las más emblemáticas de ellas. "Tendremos Intendentes electos el 2016", anunció. Los aplausos y vítores duraron varios minutos, y sin distinción alguna de bancada política.

Sin entrar al mérito de cada una de las medidas propuestas, habrá tiempo para aquello, resulta interesante analizar la notable paradoja de que el gobierno más socialista de los últimos 40 años este impulsando -con fuerza y convicción hasta ahora- una de las reformas al Estado más asociadas a una sociedad libre.

En efecto, la descentralización finalmente pretende que las decisiones no sean tomadas desde el nivel central por la burocracia dominante que poco conoce de las realidades regionales y locales. Por el contrario, y como sentencia Jesse Norman ("La Gran Sociedad"), resulta fundamental que las decisiones públicas se adopten a nivel local y se condigan con las problemáticas de este nivel.

El fundamento de lo anterior no es otro que las personas son ontológicamente superiores al Estado (no hay Estado sin personas), y también teleológicamente (finalidad supraterrena del hombre). Por tanto, siempre será más conforme a la naturaleza humana sus modos de organización política que las decisiones estén lo más cerca suyo posibles. Incluso como dice Norberto Bobbio, la soberanía popular como fórmula política en el Estado Liberal, que es la esencia de la descentralización política, es expresión de los derechos políticos que complementan los derechos de libertad del hombre. Algunos dirán que una reforma de estas magnitudes no es propiamente liberal, pues algunas decisiones pueden ser menos eficientes. Pero no es tan así. Primero, porque la "eficiencia" no es necesariamente un valor absoluto para quienes creemos en una sociedad libre. Es más, los sectores más ligados a "las derechas", en palabras del mismo Norman, tienden a tener una dicotomía entre valores muchas veces opuestos (libertad–responsabilidad, eficacia–desarrollo local, etc.). Y segundo, para los más "economicistas", porque el mismísimo Michael Porter ha sido enfático al señalar que Chile necesita un nuevo paradigma de competitividad para impulsar el desarrollo: no sólo basta la estabilidad macroeconómica, sino que se debe modernizar el Estado e impulsar la descentralización. Y generar más polos de desarrollo, agregamos nosotros. Es probable que algunos que se denominan "de derechas" se opongan al proceso descentralizador y desconcentrador en nuestro país por haber sido impulsado por un gobierno "de izquierdas". Pero al respecto creo que hay poco que hacer, al menos por nuestra parte.

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