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Columnistas

El estancamiento a largo plazo camino al sur

Por: Equipo DF

Publicado: Jueves 6 de febrero de 2014 a las 05:00 hrs.

Ahora que los precios de los recursos naturales bajan, y las tasas de interés en Estados Unidos aumentan porque la Reserva Federal abandona el relajamiento cuantitativo, las economías latinoamericanas enfrentan un nuevo desafío: seguir creciendo. En 2013, el producto interno bruto (PIB) de las principales economías de la región disminuyó su crecimiento, y se prevé lo mismo para 2014.



Es cada día más evidente que el rápido crecimiento en América Latina desde la crisis económica mundial de 2008 -2009 no fue el resultado de un cambio revolucionario de políticas, sino de circunstancias internacionales extraordinariamente ventajosas. Mientras los precios de la soya, el trigo, el cobre, el petróleo y otras materias primas estuvieron por los cielos, países como Brasil, Chile y Perú recibieron un gran estímulo externo; incluso Argentina, con su deplorable manejo de la economía, logró crecer.

Pero ahora que las circunstancias externas se normalizan, el estancamiento a largo plazo -el término de moda en el debate estadounidense- podría llegar a América Latina. Puesto que el promedio del PIB per cápita en los países latinoamericanos es solamente un cuarto del estadounidense, ellos deberían crecer más rápido que su vecino del norte. La cuestión es cuánto más rápido. En este contexto, el estancamiento significa una tasa de crecimiento demasiado baja para alcanzar a converger al estándar de vida de Estados Unidos dentro de un período de tiempo razonable.

A diferencia de Estados Unidos, el producto de las economías latinoamericanas ha alcanzado su nivel potencial o está cerca de hacerlo, de manera que un mayor crecimiento requiere una mayor inversión. Pero el desempeño de la inversión no ha estado a la altura de este desafío. Además, el problema de la región no es un exceso de ahorro interno, sino escasez del mismo: el promedio de ahorro del PIB en América Latina es del 18%, en comparación con el 30% en los países de alto crecimiento en Asia.

De lo anterior se desprende que los aumentos de la inversión en Latinoamérica suelen financiarse mediante préstamos provenientes del exterior. Los inversores extranjeros están dispuestos a tolerar los déficits en cuenta corriente resultantes, pero sólo hasta cierto punto. Cuando los inversores extranjeros se ponen nerviosos, el financiamiento externo y la inversión se reducen en América Latina, lo que repercute en su crecimiento.

La falta de ahorro en la región refleja la debilidad de los incentivos que contemplan sistemas tributarios y de pensiones mal diseñados. Pero la situación del ahorro también se relaciona con problemas fiscales de larga data. A decir verdad, el manejo fiscal mejoró en varias economías latinoamericanas en los años anteriores a 2007, de modo que países como Chile pudieron montar una fuerte respuesta fiscal para enfrentar la crisis. Sin embargo, como lo señala un informe del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) emitido en 2013, los estímulos fiscales no siempre fueron retirados a tiempo luego de pasada la crisis, de manera que la posición fiscal en toda la región es más débil hoy de lo que era en 2007.

La estructura del gasto fiscal también es problemática. Según el informe citado, sólo el 16% de este se destina a la inversión, menos de la mitad que en los países emergentes de Asia. Por eso que desde hace muchos años América Latina sufre un déficit de infraestructura, lo que reduce su crecimiento.

Aun si el ahorro interno aumentara fuertemente en el futuro, ello no garantizaría un aumento en la inversión. El deseo de invertir por parte de las empresas depende del producto adicional en que redundaría su inversión, y en los últimos años el incremento de la productividad en América Latina -al igual que en Estados Unidos­- ha sido causa de desazón.

Existen muchas razones que explican un desempeño deficiente de la productividad, siendo una de ellas la falta de diversificación en las estructuras económicas locales. Las economías se hacen más productivas ya sea produciendo los bienes y servicios de siempre de modo más eficiente, o reasignando recursos hacia sectores nuevos de mayor productividad. Esto se puede observar -o no- en la diversificación de las exportaciones, y la triste realidad es que la mayor parte de los países latinoamericanos, con la notable excepción de México, continúan exportando prácticamente lo mismo que exportaban hace veinte o treinta años. Esta es otra de las grandes diferencias entre América Latina y Asia.

¿Es posible que las economías latinoamericanas sigan creciendo una vez que los precios de los productos primarios y las tasas de interés internacionales regresen a la normalidad? Es lo que esperan los habitantes de la región. Sin embargo, el estancamiento es otra posibilidad, que se puede evitar sólo si las autoridades la reconocen como tal y toman medidas inmediatas para evitarla.

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