2014: un año decisivo

Pablo Correa

No cabe duda que el año estará marcado por la toma y adopción de decisiones trascendentales que cambiarán en algunos casos para siempre el escenario político-económico, tanto a nivel global como local.



Partamos por analizar la agenda externa. Los países desarrollados mantendrán su recuperación, aunque no exentos de problemas, y las naciones emergentes enfrentarán condiciones menos favorables. En el caso de la Eurozona, el resultado de la discusión regulatoria que continuará respecto de la consolidación financiera y fiscal es sólo comparable con lo que ocurrió en 1992 en Maastricht, con la firma del Tratado de la Unión. El inicio del tapering en Estados Unidos, además de ser un fenómeno sin precedentes que afectará a la economía global, marcará el comienzo de la normalización financiera que pondría fin a la que es considerada la mayor crisis económica desde la Gran Depresión de 1929. En lo que respecta a Asia, el éxito de las reformas de Shinzo Abe podría poner fin a 20 años de deflación en Japón, al tiempo que reactivaría una economía largamente languidecida. En China, las últimas reformas anunciadas por el partido comunista, enfocadas a un mayor dinamismo en el consumo interno y menor intervención estatal, buscan hacer el crecimiento sostenible en el tiempo y amigable con el medioambiente. Para los países emergentes el 2014 estará marcado por el fin del período de condiciones económicas y financieras extraordinariamente favorables, lo que las hará ajustar su crecimiento a la baja luego de años de bonanza. Así, los menores precios en las materias primas, así como el inicio del tapering en Estados Unidos pondrán a prueba las vulnerabilidades financieras que buena parte del mundo emergente ha acumulado, al tiempo que las obligaran a promover reformas pro-crecimiento para recuperar su senda de expansión luego de la normalización del escenario económico global. Así, en todas las geografías, los frutos de estas reformas tardarán años en cosecharse, ya que lo que tienen en común es que son reformas estructurales, en su mayoría sin precedentes, y que marcan un antes y un después en la economía mundial. Coincidentemente, mucho se define en 2014.

En el caso de Chile, nuestra economía evidencia signos de menor dinamismo y sólo los sectores relacionados a minería y comercio sobresalen, aunque con perspectivas menos auspiciosas para el mediano plazo. Lo anterior saca a la palestra la urgencia de evaluar cuáles serán las reformas que Chile necesita para retomar altas cifras de crecimiento, idealmente por períodos más prolongados de tiempo. Así, es evidente que nos encontramos en una coyuntura político-económica en que se necesita de una serie de reformas estructurales para asegurar un salto sostenible al desarrollo, en especial en cuatro aspectos: educación, mercado laboral, energía y reforma al Estado.

El próximo período presidencial deberá enfrentar retos distintos y de mayor complejidad que los mandatos anteriores. La definición del nuevo rol del Estado -en cuanto a lo económico, social y a la provisión de nuevos servicios- y la ejecución por parte del gobierno de los compromisos de campaña para satisfacer las expectativas ciudadanas serán desafíos complejos, en especial en el contexto de una sociedad empoderada que demanda una serie de derechos garantizados que el Estado debe hacerse cargo de proveer. En esta línea, si propuestas de gran trascendencia como una nueva constitución, reforma educacional, reforma previsional y un cambio estructural en la tributación del país se llevan a cabo con un debate profundo que busque dar respuesta a las necesidades reales del país, tenemos una gran oportunidad de dar un salto definitivo al pleno desarrollo.

El diagnóstico está claro: 2014 es un año decisivo, tanto en Chile como en el mundo. Y si bien estará lleno de retos y ajustes, si hacemos bien las cosas y aprovechamos las oportunidades, puede ser que en el futuro lo recordemos como un año que redefinió el rumbo del país.