Padre Hugo Tagle

Honradez y transparencia

Padre Hugo Tagle En twitter: @hugotagle

Por: Padre Hugo Tagle | Publicado: Lunes 22 de mayo de 2017 a las 04:00 hrs.
  • T+
  • T-

Compartir

Padre Hugo Tagle

Padre Hugo Tagle

Vivimos una época de oro. El escrutinio público y las mayores exigencias de probidad nos han forzado a actuar honestamente, a ser más cuidosos en nuestras decisiones y proyectos. Si no se actúa honestamente por convicción -que es lo deseable- lo haremos al menos por temor al castigo o escarnio público. Como sea, el efecto es el mismo: personas e instituciones obligadas a mantener un buen comportamiento y a dar cuentas de sus acciones. Es falsa la afirmación de que en el pasado la gente era más honesta. Vaya a saber uno cuantos desfalcos y triquiñuelas oscuras se ocultaban tras personas que se ufanaban de honestidad y estaban lejos de serlo. La historia se ha ocupado de desempolvar algunos. Pero muchos ya serán lamentablemente cubiertos con el manto de la impunidad. Se llevaron a la tumba sus faltas a la verdad y probidad. Hoy, eso ya no será posible. Las redes sociales y los medios nos han obligado a una suerte de examen de blancura permanente. La gente está más exigente con la justicia. Exige rapidez, eficiencia y una pena ejemplar. La verdad termina saliendo a flote, más temprano que tarde. “La verdad se corrompe tanto con la mentira como con el silencio” dice Marco Aurelio. El escrutinio público nos lleva a un sinceramiento constante, lo que debería redundar en un mejor desempeño laboral y, para estos efectos, una conducta intachable. Pareciera que la honestidad y la transparencia nos vuelven vulnerables por un tiempo. Pero no es así. Los fuertes son los honestos. Finalmente se impondrá la verdad y eso siempre es un bien, aunque signifique un costo. No le temamos. Ser honesto lleva consigo no tener nada que esconder. Pregúntese por esos “compartimientos estancos”, esas puertas cerradas del alma que no nos atrevemos a abrir ¿Por qué soy tan celoso de esos secretos que arrastro? ¿Qué me inhibe de comunicarlo o compartirlo? ¿Qué pasaría si otros se enteran?

Toda persona que quiera ocupar un puesto público debe ser un libro abierto, estar dispuesto a dejarse interpelar y cuestionar. Nunca se pierde, siempre se gana. La opinión pública no castiga tanto el error como el hecho de ocultarlo. Todos pueden sufrir un traspié en la vida. Lo condenable es ocultarlo o no reconocerlo una vez descubierto.

Todos estamos en vitrina permanente. El buen comportamiento es ya una exigencia cotidiana, pero no vale solo para el otro, sino para uno mismo. “Con la vara con que midamos a los demás, seremos medidos” (Mt 7,2). La mayor de las exigencias, nos la debemos colocar a nosotros mismos.

Lo más leído