Padre Hugo Tagle

Larga (y buena) vida

Por: Padre Hugo Tagle | Publicado: Lunes 29 de septiembre de 2014 a las 05:00 hrs.
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Se reactivó el proyecto de ley que busca permitir la eutanasia en Chile. Aún no ocupa del todo la agenda, pero saltará pronto. Aquellos cuya vida se encuentra disminuida o debilitada tienen derecho a un respeto especial. La civilidad de un pueblo se nota en el trato a los niños, a los enfermos y a los ancianos. Es un signo de cariño desinteresado. Ya le tocará a usted y a mí pasar por esa etapa final.

La eutanasia directa consiste en poner fin voluntaria y decididamente a la vida de personas disminuidas, enfermas o moribundas. Por tanto, una acción o una omisión que, de suyo o en la intención, provoca la muerte para suprimir el dolor, constituye un homicidio grave contrario a la dignidad de la persona humana. Para los creyentes, es también un atentado contra Dios, único dador de la vida. El error de juicio en el que se puede haber caído de buena fe no cambia la naturaleza de este acto homicida.

Ahora bien, la interrupción de tratamientos médicos onerosos, peligrosos, extraordinarios o desproporcionados a los resultados puede ser legítima. En ese sentido, interrumpir estos tratamientos es rechazar el “encarnizamiento terapéutico” en que se puede caer, casi haciendo del paciente un “conejillo de indias”. En algún momento hay que saber decir no a las eventuales mejoras que nos da la medicina en muchas enfermedades. Con esto no se pretende provocar la muerte; se acepta no poder impedirla, que es distinto.

El tema nos recuerda los cuidados de los enfermos, sobre todo los ancianos, que en esta copia feliz del Edén lo pasan “más o menos” no más. Si bien Chile es el mejor país para pasar la vejez en Latinoamérica, así y todo falta mucho para que sea digna para todos. Aunque la muerte se considere inminente, los cuidados ordinarios debidos a un enfermo no pueden ser legítimamente interrumpidos. En la ayuda a los enfermos y ancianos, se revela la nobleza del corazón.

No nos engañemos. Es fácil inducir a quien se encuentra en un estado terminal a querer “terminar pronto” ese proceso; a que se considere una carga, un gasto, un tiempo inútil. Lo propio de quienes estamos sanos es mover a los enfermos a aferrarse sanamente a la vida y a hacer de ese tiempo una oportunidad para prepararse bien para la otra. Debemos aprender a “bien morir”. Y se los digo a todos los de la tercera edad, ya que pareciera que algunos creen que vivirán eternamente. Pero lamento decirles que no es así, que en algún minuto nos va a llamar. Y es bueno que sea así. Estamos pensados para la vida definitiva del cielo. Quien se prepara bien para la muerte, vive mejor el día a día, es más feliz.

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