Padre Hugo Tagle

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Por: Padre Hugo Tagle | Publicado: Lunes 20 de octubre de 2014 a las 05:00 hrs.
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La Iglesia vivió una semana golpeada. Empezando con lo de la “denuncia-que-no-fue-denuncia-pero-que-pareció-denuncia” a tres sacerdotes -Mariano Puga, José Aldunate y Felipe Berríos-, hasta la sentencia en primera instancia contra el sacerdote John O´Reilly, declarando como cierto el delito de abuso contra una de las niñas implicadas.

En lo primero, ojalá los medios sean algo más rigurosos en la citación de fuentes y cotejen la información antes de publicarla. De todo el impasse, me quedo con la declaración pública del padre Mariano Puga en que expresa su fidelidad al obispo, a la Iglesia toda y su comunión con el Papa Francisco, a quien siente un inspirador en su labor apostólica. Ojalá que sea el camino del diálogo, la tolerancia y el respeto al magisterio lo que nos anime. De todas maneras, debemos crecer en la enseñanza evangélica de la “corrección fraterna” y eso vale para todos los miembros de la Iglesia y fuera de ella.

En relación con la sentencia contra el sacerdote O´Reilly, si bien aún quedan instancias judiciales, bueno es ya aclarar que “cualquier daño que se haga a un menor es un daño gravísimo, que tiene que ser rectamente juzgado y también rectamente sancionado”, como dijo el arzobispo. La justicia chilena ha hecho su trabajo, se respetan las decisiones judiciales y se apelan, si no se está conforme. Expreso aquí mi solidaridad con la familia de las niñas que, cualquiera sea el resultado final, han vivido un verdadero calvario. Que este sufrimiento sirva para que cada sacerdote vivamos de acuerdo a lo que es nuestra vocación: servidores de Jesús para la gente.

También es una lección para todos quienes trabajan con personas a ser atinados, prudentes, evitar situaciones que se presten para confusión. Atreverse a corregir a tiempo a quien vemos que se muestra imprudente. Una llamada de atención oportuna puede salvar a alguien de cometer un desatino que lo lleve finalmente a cometer un acto que puede ser abiertamente delictual. Esto vale para todos.

Pero también hubo de lo bueno. El pasado sábado 18 miles de jóvenes peregrinaron al Santuario de Auco, tumba de Santa Teresa de los Andes, mostrando así su fe, alegría y esperanza; testimonio de compromiso eclesial y fe. Fue una peregrinación de oración. Se rezó. Y ver a jóvenes rezando es sobrecogedor. Tras ellos hay familias que los acompañan. La fe se cultiva en familia. Es una “iglesia doméstica” que crece para el bien de todos. Por lo mismo, cualquiera sea la suya, practíquela. Se hace un bien a usted mismo. Gracias a los peregrinos de los Andes por el testimonio de fe, esperanza y alegría.

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