Pilita Clark

No tenemos tiempo para medias verdades en la era del coronavirus

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Por: Pilita Clark | Publicado: Lunes 6 de abril de 2020 a las 04:00 hrs.
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Hace unos días, Jacinda Ardern, la primera ministra de Nueva Zelanda, acostó a su hija a dormir y se sentó en el sofá para enviar un mensaje de vídeo a su nación en cierre debido al coronavirus.

“Quise entrar un momento en línea para hablar con todos ustedes, conforme nos preparamos para encerrarnos durante unas semanas”, dijo, disculpándose por vestir lo que parecía ser ropa deportiva.

“Disculpen la vestimenta casual, acostar a niños pequeños puede ser un asunto desordenado”.

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En ese momento, mientras explicaba que se esperaba que el número relativamente pequeño de casos de Nueva Zelanda aumentaría bruscamente y que las personas deberían quedarse en casa, se unió a las filas de un grupo de hombres y mujeres loables, pero a menudo no reconocidos.

Algunos están en la fuerza policial. Otros son alcaldes poco conocidos. Algunos, como Ardern, lideran países con una población que es la mitad de la de Londres.

Cada uno de estos individuos ha demostrado las virtudes sencillas de hablar clara y honestamente en una crisis. Dicho de otra manera, no tenemos tiempo para medias verdades en la era del coronavirus.

Resulta que el club de oradores francos incluye una serie de figuras de Australia y Nueva Zelanda, además de Ardern.

Hace unos días, le preguntaron al comisionado de policía en Victoria -el segundo estado más poblado de Australia- acerca de informes de que un gran banco había evacuado innecesariamente a personas de su oficina de Melbourne cuando un trabajador afirmó falsamente haber obtenido un resultado positivo de la prueba del virus.

¿Podría el empleado enfrentar algún cargo?, preguntó un locutor de radio al comisionado Graham Ashton. “Oh, no lo creo”, dijo Ashton, “No es ilegal ser un imbécil”. Así es.

Este enfoque directo también se exhibió tres semanas antes en Sidney, en esos felices días cuando podíamos reírnos de las compras de pánico.

Cuando estalló una pelea en los pasillos de un supermercado sobre papel higiénico, Andrew New, el inspector interino de la policía de Nueva Gales del Sur, dijo que no había necesidad de que las personas se comportaran así.

“No es Mad Max, no es la Cúpula del Trueno, no necesitamos hacer eso”.

Pero hasta ahora, los líderes de este grupo son los alcaldes enojados en Italia, cuyas furiosas protestas contra las personas que estaban ignorando las reglas de cuarentena y paseando por las calles de ese país, inundaron las bandejas de entrada de todo el mundo hace unos días.

“¿A dónde diablos creen que van ustedes?”, escribió un oficial enfurecido. “¡Necesitan quedarse en casa! La gente se está muriendo, ¿no lo entienden?”.

Otro estaba iracundo debido a las personas que estaban ayudando a propagar el virus al invitar a peluqueros a su casa.

“¿Quién demonios te va a ver?”, exclamó. “¿Entiendes que tu ataúd estará cerrado?”.

Ya se ha escrito demasiado sobre el desempeño de un líder famosamente franco durante esta crisis. Donald Trump ha sido directo. Pero sus edictos confusos y declaraciones erróneas sobre los hechos lo descalifican para ser miembro del honorable club de comunicadores.

No así Andrew Cuomo, el gobernador del estado de Nueva York.

Al igual que los alcaldes en Italia, de donde vinieron los abuelos de Cuomo, el gobernador ha criticado vehementemente a los que están ignorando las órdenes de dejar de reunirse en parques públicos.

“Es arrogante. Es autodestructivo”, les dijo. “Y tiene que detenerse ahora. Esto no es una broma y no estoy bromeando”.

Hay otra razón por la cual el prestigio de Cuomo se ha incrementado durante esta pandemia. Ha sido decidido e informativo y ha estado dispuesto a aceptar la responsabilidad de sus decisiones.

“Si alguien quiere culpar a alguien, o quejarse de alguien, cúlpenme a mí”, dijo sobre su orden para que los trabajadores no esenciales se quedaran en casa.

Finalmente, a diferencia de Trump y muchos otros líderes, ha dicho la verdad sobre uno de los aspectos más inquietantes de esta pandemia y los desastres financieros, económicos y sociales que ha desatado.

No tenemos idea de cuándo terminará.

Sabemos que terminará eventualmente. Pero como dijo Cuomo, “nadie puede decirte cuándo va a terminar esto” y “nadie puede decirte cuándo volverás a trabajar”.

Esas son palabras difíciles de decir y de escuchar. Pero en los días y semanas venideros, los líderes que continúen pronunciándolas son los que merecen nuestra atención.

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