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Presupuesto 2013: una oportunidad histórica para la educación en primera infancia

Los US$ 1.200 millones anunciados por el presidente Sebastián Piñera...

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Los US$ 1.200 millones anunciados por el presidente Sebastián Piñera para educación en el contexto del presupuesto 2013 generan gran expectativa. Se trata de un escenario tremendamente positivo para concretar cambios en el sistema que mejoren el acceso, calidad y equidad, ejes centrales de la demanda estudiantil.



Ahora bien, cómo somos un país de recursos medios y tremendamente segregado, vale la pena preguntarse en qué invertir esos fondos, con qué plazo y, desde mi punto de vista, aventurarse en leyes y programas que apunten a corregir cuanto antes las desviaciones y discontinuidades dramáticas del sistema. 
Una de las materias incluidas en la propuesta del erario nacional es la de educación preescolar, en buena hora. Al respecto, urge instalar un debate sobre una política permanente para la educación en la primera infancia que incluya el análisis de la calidad de la misma.

Sobra la evidencia en la literatura que señala que educar en la primera infancia genera una diferencia radical respecto de no hacerlo y en postergarlo hacia edades superiores, lo que se hace muy difícil y costoso para un sistema educativo. Es en esta etapa cuando los niños y niñas están en los inicios de su formación y conocimiento de su cuerpo, mente y del mundo con el cual conviven, es en este período cuando se deben potenciar el desarrollo de habilidades cognitivas, emocionales y sociales.

Invertir en una política de estado robusta y permanente para mejorar la educación temprana, sin duda que no subsanará otros problemas complejos derivados de la sociedad que hemos construido como la convivencia en espacios urbanos segregados, pero sí permitirá, que niños y niñas de entre 2 y 6 años encuentren espacios de vivencias de aprendizaje estimulantes positivas en un período de formación clave para toda su vida.

Educación temprana no es escolarización temprana ni son más guarderías, sino que es la creación y desarrollo permanente de espacios de relaciones enriquecidas en afecto y en estímulos, con profesionales altamente competentes en el desarrollo socioemocional y con recursos de aprendizaje para que nuestros niños y niñas surjan en su potencial.

Una política así, no permitirá ver resultados en un período presidencial ni en dos, pero si asegurará un cambio radical en las habilidades y posibilidades de los chilenos del futuro, a un valor de inversión que el país si puede abordar en esta ley de presupuesto y que sería un error seguir postergando.

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