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Columnistas

Tipo de cambio e inflación

Benjamín Sierra Economista de Scotiabank.

Por: Equipo DF

Publicado: Lunes 31 de agosto de 2015 a las 04:00 hrs.

En el mercado financiero existe una comprensible preocupación por las acciones que podrían tomarse para mitigar los persistentes efectos inflacionarios del alza cambiaria. Algunos, no sólo en Chile, plantean la necesidad de un endurecimiento monetario como solución. Otros insinúan la conveniencia de una intervención en el mercado cambiario. En tanto, en los últimos días ya han aparecido partidarios de modificar los mecanismos que dilatan el ajuste de precios específicos de alto impacto, lo que, por lo demás, era predecible.


La inflación a julio acumuló un alza de 4,6% en doce meses y la mayoría del mercado espera que termine el año unas décimas por sobre el 4%. Si bien las expectativas inflacionarias no se encuentran desancladas del 3% en un horizonte de dos años, probablemente son menos sólidas que hace unos meses. Recordemos que el plazo y el rango meta del Banco Central se establecen precisamente para permitir ajustes de política, ritmo de expansión y comportamiento inflacionario ante shocks específicos, como el actual.


La actividad creció 1,9% en el segundo trimestre: casi dos años de expansión muy por debajo del 3,5%, que según los expertos sería el potencial; es decir, el máximo ritmo sostenible y no inflacionario. Incluso se desvanecen las perspectivas de que en 2016 siquiera se acerque a ese nivel. El aumento del consumo privado no ha alcanzado ni al 2% por un año, lo que ha venido a sumarse a la severa contracción en la inversión. Algunas variables ya lo reflejan, como el superávit en cuenta corriente, a pesar de la caída del cobre. Pero por razones específicas, la inflación y la tasa de desempleo no se han movido consistentemente todavía.


Nadie duda que sería muy grave que las expectativas inflacionarias a dos años corrieran el riesgo de desalinearse. No obstante, en este débil contexto de actividad y gasto, una política monetaria girando hacia tasas más altas podría tener consecuencias severas. Aunque nuestra economía no está en recesión, los niveles de expectativas de empresas y consumidores marcan como si lo estuviera y el último crecimiento desestacionalizado es nulo. Finalmente, pero no menos importante, dadas las condiciones por las que atravesaremos por varios trimestres, imprimirle volatilidad adicional a las tasas de interés debería justificar su costo más que otras veces.


La alternativa que otros plantean es una intervención cambiaria directa. Evidentemente que es más discrecional, pero tiene menos costos para la economía. En mi opinión, sólo hay un problema: las cuatro intervenciones de los últimos catorce años (las dos primeras para fortalecer el peso y las dos últimas para debilitarlo) tuvieron resultados discutibles. Los efectos parecen haber sido limitados, en algunos casos favorecidos por condiciones externas, y en otros -incluso con apoyo monetario-, para olvidar. De hecho, algunos parecen haberlos olvidado. Hay razones para ser escéptico. Además, el problema es complejo y requiere seriedad: en qué nivel, trayectoria y contexto económico se estima que el tipo de cambio puede desanclar las expectativas inflacionarias.


Sólo para concluir, conviene recordar que todo tiene beneficios y costos. Desde la perspectiva de un inversionista individual, uno ha visto tanto que será difícil sorprenderse con algo. Es recomendable precaución y prudencia. Cualquiera de las alternativas mencionadas, aunque no tuvieran los efectos perdurables buscados, sí pueden aumentar la volatilidad de los portafolios de inversión e inducir decisiones subóptimas que, a nivel agregado, pueden ir de imperceptibles a nefastas.

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