Editorial

Ante el riesgo de populismo

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El desprestigio de la política de partidos y de los políticos “tradicionales” es un mal que aflige —con distintos grados y formas de expresarse— a sociedades muy diferentes. Algo de ese fenómeno se manifestó en la violenta toma del Capitolio de Washington la semana pasada por partidarios del Presidente Trump, quien justamente ha construido su plataforma sobre una inclemente crítica de la política tradicional.

Pero también se ha visto en la aprobación que los ciudadanos de otros países —como Argentina, Ecuador, Brasil o Chile— han entregado a candidatos o líderes que abrazan el discurso populista: en esencia, la promesa de soluciones rápidas y fáciles para problemas complejos, a menudo acompañada de una retórica de “ellos contra nosotros”, y de “nuevo versus viejo”, con poca atención por los costos inmediatos ni mucho menos por las consecuencias de largo plazo. Una práctica política, por cierto, en la que con frecuencia se admite pasar por alto las exigencias y procedimientos de la democracia cuando se vuelven un obstáculo a la agenda de “renovación”.

En Chile, aunque de manera muy preliminar —pero como indicio de lo que será un año fuertemente marcado por la dinámica electoral (alcaldes, concejales, gobernadores, convencionales, cores, parlamentarios, Presidente)—, ya comienzan a esbozarse análisis sobre posibles liderazgos con proyección a La Moneda. Y en algunos de esos análisis, como el propuesto por una reciente columna del Financial Times, un rasgo que en teoría comparten esos eventuales “candidateables” sería el populismo.

En efecto, situaciones de crisis como la que estamos viviendo presentan oportunidades para la agenda populista, ya sea la de actores políticos con trayectoria como la de nuevas figuras que aspiran a proyectarse sobre esa base. Sin duda, los partidos políticos deben actuar como baluarte contra esa amenaza (no como plataforma), pero el principal desafío y responsabilidad será para los ciudadanos/electores. Después de todo, no puede haber populismo político sin electorados populistas.

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