Editorial

Persistencia de señales de debilidad

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Si bien a juicio de las autoridades el actual ciclo de desaceleración económica habría tenido su punto más bajo en el tercer trimestre, lo cierto es que diversos indicadores recientes de sensibilidad más instantánea no permiten sostener que en el país se esté dando un cambio ostensible de tendencia, menos si a la hora de leer los datos se descuenta que en muchas de las cifras ya se está manifestando un efecto positivo por bases de comparación.


En efecto, los datos de importaciones al undécimo mes del año (en especial las de bienes de capital y maquinarias), las ventas de vehículos nuevos informadas ayer, evolución de la masa salarial a lo largo del año y otras más globales, como las últimas encuestas de expectativas de consumidores, todas hablan de retraimiento y confianzas golpeadas.


Lo que desconcierta de este cuadro es que a lo largo del año las autoridades monetaria y fiscal han, en el primer caso, actuado en forma enérgica y, en el segundo, comprometido un rol proactivo en materia de gasto y destrabamiento de inversiones. No obstante ello, la respuesta de las distintas variables no ha sido directamente proporcional.


Todo indica que la persistente debilidad económica tiene un componente de expectativas que va mucho más allá de lo que se creía. Se trata de un estado de cosas que no debe ser subestimado, porque más allá de la expectativa explícita de las autoridades en orden a que un dólar más alto tenga un efecto reactivador, las débiles expectativas y las confianzas golpeadas de los agentes económicos pueden seguir derroteros en donde el temor y la incertidumbre hagan progresar las cosas de manera distinta a lo que la racionalidad sugeriría como lógico.

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