No puede pasar aquí , la reconocida novela de 1935 que escribió Sinclair Lewis, trata sobre el fascismo en Estados Unidos. Por aquel entonces no ocurrió, pero muchos estadounidenses tampoco pensaban que Donald Trump pudiera ganar las elecciones. Puede que Silvio Berlusconi gobernase en Italia y que los británicos optaran por el Brexit. Pero ningún analista daba opciones a Trump, durante la campaña, para convertirse en presidente.
La mayoría de las fechas históricas son el resumen de acontecimientos mayores. El asesinato del archiduque de Austria en 1914 no fue la causa de la Primera Guerra Mundial, fue el desencadenante. El ocho de noviembre Trump no cambió drásticamente la democracia de EEUU, ha tenido deficiencias durante años. No es una coincidencia que en el mismo año se hayan producido la victoria de Trump, el Brexit, el No en el referéndum de Italia y que el populismo se haya extendido por los países occidentales.
Puede que las circunstancias sean diferentes, pero les une una misma tendencia: un rechazo general contra las políticas establecidas. La pérdida de confianza en los medios de comunicación está estrechamente relacionada. Otra causa es el rechazo a la globalización. La promesa de Trump de "poner por delante a EEUU" la han reproducido sus homólogos europeos en sus respectivos países. El gran grupo de hombres mayores, blancos y no urbanitas que proporcionaron la victoria a Trump es muy similar a la demografía populista de Europa.
La afirmación más extravagante de Trump fue "puedo arreglarlo yo sólo"; con estas palabras se refería al "manipulado" sistema que emplean los políticos para sus propios intereses. Trump reconoció que se había aprovechado de esos intereses al contribuir durante años tanto al Partido Demócrata como al Republicano. También alardeó de evadir impuestos. Ahora ha prometido ser un presidente revolucionario para el que ninguna ley, institución o principio constitucional será intocable.
Si habla en serio, el daño a largo plazo a la democracia estadounidense será incalculable. Trump es astuto, puede cambiar su postura con la misma celeridad con la que negocia con los acreedores. Su único objetivo es la promoción de la marca Trump. Aparte de eso, ¿tiene alguna filosofía?
Ambición
En Washington hay un refrán que dice que "el personal es política". En el caso de Trump, apenas se puede deducir nada del patrón que ha empleado para formar su equipo. La trayectoria de Trump (desde su aparición en los setenta en el sector inmobiliario en Manhattan hasta su incursión en casinos, en campos de golf, en una aerolínea y luego en la televisión) le describe como un hombre con un aprendizaje versátil, al igual que otros populistas como la francesa Marine Le Pen o el holandés Geerts Wilders.
Su carrera empresarial sugiere que es un fanfarrón. Mientras la mayoría deja que su equipo legal se encargue del trabajo duro, Trump lidera basándose en sus instintos. "Siempre tenías la sensación de que intentaba probar lo lejos que podría llegar," declara un asesor financiero que trabajó con él.
A veces, como ocurrió en sus seis bancarrotas, sus instintos fallan (a pesar de que también averiguó la manera de recuperarse). Supuestamente, afirmó que 916 millones de dólares de pérdidas comerciales eran pérdidas totales y con esta maniobra evitó pagar impuestos durante dos décadas, una hazaña de la que presume.
Durante su campaña electoral, su fanfarronería le ayudó a imponerse. Ahora tiene la obligación de cumplir su promesa de ofrecer un surrealista índice de crecimiento económico anual del 4%. También garantizó acabar con la globalización y hacer que los aliados de EEUU asuman sus gastos. ¿Fueron sólo tácticas de un autoproclamado maestro de los negocios? La estrategia empresarial de Trump es pedir el precio más escandaloso para después retractarse en un compromiso más viable. "Es como una determinación del precio", declara Trump con confianza.
Así que, ¿qué es lo esencial para Trump? Al igual que la lista de los posibles candidatos a formar parte de su Administración, que entran y salen de la Torre Trump como si estuviesen en alguna alfombra roja de Hollywood, la respuesta está en la cabeza del presidente electo. Y puede que la respuesta no sea coherente. Aquellos que esperan que Trump cumpla con sus promesas más arriesgadas (como el muro con México o establecer un registro nacional de los musulmanes) tienen motivos para mantener la esperanza.
Las personas cercanas a Trump están seguros de que Reince Priebus, presidente del Comité Nacional Republicano, será un buen jefe de gabinete de la Casa Blanca. También les gusta el papel de liderazgo durante la transición que ha tomado Mike Pence, vicepresidente electo y excongresista. Mientras que otras decisiones han sido criticadas, como proponer a Steve Bannon, exdirector de la web de ultraderecha Breitbart News, como consejero de Seguridad.
Bannon tendría más contacto diario con Trump que ninguna otra persona, a excepción de Priebus y Jared Kushner, el yerno del presidente electo. Lo que les une es la lealtad.
La clave de cómo presidirá Trump puede que recaiga en Kushner, quien, al igual que su suegro, es hijo de un magnate. El presidente electo valora su inquebrantable compromiso. Una vez se halle en la Casa Blanca, Trump tendrá que hacer frente a varios conflictos de interés con su imperio empresarial, que dirigirán sus dos hijos, Eric y Donald Junior. Parece que Kushner se convertirá en el intermediario y tiene previsto mudarse a Washington con su esposa, Ivanka.
También será complicado percibir la coherencia ideológica de las decisiones en el Gabinete de Trump. Tras haber realizado una campaña electoral en contra de la élite en la que consideraba a los banqueros de Wall Street parásitos, Trump está basando su administración en Goldman Sachs. Además de Bannon, que trabajó en el banco de inversión durante años, Gary Cohn, presidente de Goldman Sachs, ha aceptado el cargo de consejero económico y Steven Mnuchin, exsocio de Goldman, será su secretario de Hacienda.
Después de haber prometido "drenar el pantano" de la política monetaria en Washington, Trump apuesta a que sus votantes no le tomaron en serio. Al igual que su modelo empresarial, puede que los activos de propiedad entren en una era de despreocupación y estancamiento. Las consecuencias podrían ser permanentes.
Un boxeo astuto
Existe una discrepancia similar entre las críticas de Trump contra los líderes del Pentágono y las personas que ha escogido para la seguridad nacional. Durante la campaña, el presidente electo declaró que sabía cómo derrotar al ISIS mejor que cualquier general estadounidense. Ahora parece que les tiene aprecio. Por el momento, ha escogido a tres generales para altos cargos, entre los que se encuentra Michael Flynn, el bocazas exdirector de la Agencia de Inteligencia del Departamento de Defensa.
"Trump admira a los hombres de acción que dan órdenes," afirma Tony Schwartz, que escribió el bestseller de Trump El arte de la negociación. "Por eso le gusta tanto el boxeo. Saca su vena más masculina."
Una característica que comparte con Vladimir Putin, a quien las agencias de inteligencia acusan de ayudar a la campaña de Trump con filtraciones y noticias falsas. ¿Recompensará el presidente electo a Rusia por su lealtad?
Otros candidatos a su Gabinete apoyan de forma más visceral las opiniones de Trump. Entre ellos se encuentra Scott Pruitt, un escéptico del cambio climático, que liderará la Agencia de Protección del Medio Ambiente. Piensa que Trump fue sincero cuando prometió que rechazaría el acuerdo climático de París. Jeff Sessions, el senador republicano que probablemente se hará cargo del Departamento de Justicia, ha criticado el intrusismo federal en los derechos de los Estados (en especial, las leyes que protegen los votos de las minorías). Al escoger a Sessions, parece que Trump mantiene su intención de deportar a los inmigrantes ilegales.
Estos son algunos de los ideólogos de la Administración Trump. Pero el panorama general estará repleto de grandes negocios y militares. Si se toma como guía la biografía de Trump, es primordial su necesidad de dominar cada nuevo ciclo. Sus admiradores le ven como un pragmático en lugar de como a un ideólogo. Y sus detractores, como a un egoísta desorientado cuya única preocupación es la marca Trump.
¿Un plan o un impulso?
Lo más preocupante es su desconocimiento de lo que acontece más allá de su imperio empresarial. Existe la sospecha de que Trump opina lo mismo que la última persona con la que haya hablado. "Con lo que Trump no sabe se puede llenar un océano, literalmente, nunca ha leído un libro, ni siquiera la constitución de EEUU," opina un antiguo socio. "Con lo que Trump conoce puede llenarse la Torre Trump."
Pero lo que mejor sabe hacer es desviar la atención del público. Es el hombre que ha puesto fin a dos dinastías políticas, los Bush y los Clinton, mientras gasta una parte de sus costes y revoluciona las campañas electorales. Ahora todos los populistas utilizan la estrategia de Trump de emplear las redes sociales. Trump ha empleado su cuenta de Twitter para burlarse de la corrección política y de sus detractores. Aunque los inspectores le han concedido el récord de Pinochos por sus falsas declaraciones, él siempre ha sacado a relucir su reputación de honesto.
"Si la prensa hablase de mí con veracidad y honradez, no tendría ninguna razón para tuitear," publicó la semana pasada en las redes sociales.
Pero los métodos que ha empleado durante la campaña electoral, puede que le perjudiquen cuando sea presidente. La semana pasada produjo una bajada en el precio de las acciones de Boeing porque cuestionó el coste del próximo contrato del Air Force One. También provocó a Pekín con los tuits que publicó tras conversar con Tsai Ing-wen, presidente de Taiwán.
¿Fue una decisión deliberada para importunar a Boeing e inquietar a China? O, ¿fue un impulso? Cuando sea presidente, estos tuits podrían originar problemas diplomáticos y cambios en el mercado. Pero las redes sociales no es lo único alarmante, Trump es un fiel seguidor del podcast de Alex Jones, Infowars, que retransmite diariamente teorías conspiratorias a 5 millones de oyentes. Jones cree que los ataques del 11 de septiembre y la masacre de Sandy Hook en 2010 son falsos. ¿Se cree Trump estas teorías? O, ¿simplemente le gusta asustar a las élites?
"Lo más preocupante es que no podemos estar seguros," declara Schwartz. "Lo que está claro es que no dudará en aprovechar estas teorías se le interesa."
El resumen más conciso del camino a la victoria de Trump fue que sus partidarios le tomaron en serio pero no literalmente, mientras que los medios de comunicación hicieron lo contrario. Ahora que es presidente electo todos hemos adoptado la misma actitud que tuvieron sus votantes.
Al contrario que Berzelius Buzz Windrip, el personaje fascista de Sinclair Lewis, Trump no tiene una ideología concreta. Aunque tiene pocos escrúpulos para demonizar a los que se interponen en su camino. Los obedientes son los decanos liberales de la corrección política. Puede que la victoria de Trump haya sido imprevisible, pero ha sido un contratiempo. La democracia occidental no volverá a ser la misma. "Él no había planeado todo," afirma una de las víctimas de Windrip en No puede pasar aquí. "Con todo el descontento justificado contra los políticos inteligentes y el poder de la plutocracia, si no existiese un Windrip, habría otro. Tendríamos que haberlo visto venir, nosotros".
VER MÁS
MARKET DATA
<%userdata?.email%>
Editar perfil
Credencial
Salir
(Twitter)
Instagram
Facebook
LinkedIn
YouTube
TikTok
Alto contraste
especialDonaldTrumpPresidente
