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Infraestructura, una señal de alerta

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Los recientes resultados del último índice de Competitividad Global 2013-2014 que elabora el World Economic Forum, vienen a confirmar que desde hace una década Chile viene perdiendo competitividad. Las debilidades se hacen cada vez más latentes tanto en la infraestructura vial, portuaria, aeroportuaria, como en edificaciones públicas y los sistemas de transporte público. Desde mediados de los 90 hubo grandes avances, pero a partir de mediados de la década pasada no se continuó con esa dinámica.

Si bien este índice es un predictor del crecimiento de largo plazo, las debilidades observadas nos preocupan, por cuanto podrían hipotecar el objetivo de transformarnos en los próximos años en un país desarrollado.

La generación de una infraestructura de calidad, tiene impacto directo en la vida de miles de personas; en la consecución de objetivos altamente valorados, como la integración social y el acceso equitativo y no discriminatorio a los beneficios del desarrollo. La discusión sobre las insuficiencias del sistema de transporte, eléctrico, educacional, sanitario, etc., revela las dificultades que la dilación en solucionar los problemas puede provocar en nuestro crecimiento.

Valoramos el esfuerzo que las autoridades del actual gobierno han hecho en los últimos meses por tratar de recuperar tiempo perdido, pero ello no puede culminar en proyectos que no dan cuenta de un proyecto integral y con contratos en que no existe una adecuada asignación de los riesgos y con notorias dificultades para incorporar la inversión privada a través del mecanismo de concesiones.

Desde el Consejo de Políticas de Infraestructura, estimamos que los problemas deben abordarse desde una perspectiva de política de largo plazo, que proyecte una decisión país con una fuerte colaboración público-privada y asegure los recursos financieros. Esto debiera expresarse en un acuerdo para invertir en infraestructura de uso público un porcentaje del PIB, de asegurar los recursos para el mantenimiento de la infraestructura existente, y profundizar la alianza con el sector privado revisando la distribución de riesgos de modo que cada actor se haga cargo de aquellos que mejor puede diversificar.

Corregir esta falla estructural no es tarea de unos pocos; por el contrario, requiere de la voluntad de muchos. Estamos a disposición de las actuales autoridades, de sus equipos técnicos, como también de los candidatos presidenciales que aspiran a gobernar este país, para discutir acerca de las características que esta política debiera tener y los requisitos para su adecuada implementación, para el bien de nuestro país.

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