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La Constitución de la soberbia

Constanza Hube Profesora de Derecho Constitucional, ex convencional

Por: Constanza Hube | Publicado: Viernes 8 de julio de 2022 a las 04:00 hrs.
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Constanza Hube

Mucho se ha hablado de las razones por las cuales la Convención Constitucional habría fracasado en entregarle al país un nuevo pacto social que trajera consigo la tan anhelada paz.

Se ha sostenido que la gran razón del fracaso tuvo que ver con la composición desequilibrada de la Convención, incluyendo una subrepresentación del sector de centroderecha, la sobrerepresentación de los escaños reservados indígenas y la representación de independientes, que estuvieron lejos de serlo (resultaron ser más radicales que el propio Partido Comunista).

“La soberbia fue la enfermedad terminal de la Convención que hizo imposible que se dieran deliberaciones, que se escuchara a los expertos, y que existieran acuerdos transversales para construir una Constitución que uniera”.

La composición fue sin duda un factor relevante, pero si tuviera que resumirlo en una sola palabra, diría que la razón del fracaso fue la soberbia. Esta fue la gran protagonista de la Convención Constitucional desde el comienzo. Una mayoría afiebrada por el poder desconoció desde el primer día el mandato claro y acotado que se le había entregado, atribuyéndose competencias y atribuciones que no tenía, y restándole —desde el principio— legitimidad al proceso.

Esa soberbia que cruzó estos doce meses de funcionamiento de la Convención, hasta el último día, atribuyéndose, unos pocos, la facultad de hacer “pequeños cambios” al borrador sin autorización del pleno y escondiendo el texto aprobado hasta el final. Le preguntaron al ex vicepresidente la razón por la que “no se liberó” el borrador antes de la ceremonia de cierre, y la explicación fue que le parecía que debía tener deferencia con el Presidente Boric.

Vaya paradoja, los mismos que renegaban de la participación de los mal llamados “poderes constituidos”, ahora pretendían tener deferencia con ellos. Nuevamente, la soberbia fue mala consejera, ya que a la mesa directiva le parecía que no era necesario tener deferencia con los propios convencionales constituyentes que eran sus pares, ni con la ciudadanía que fue la que habilitó el proceso constitucional.

Esta soberbia fue la verdadera enfermedad terminal que hizo imposible que se dieran discusiones, deliberaciones, que se escuchara a los expertos y sus argumentos, y que existieran acuerdos transversales y la necesaria amistad cívica para construir una Constitución que uniera y no que dividiera o polarizara aun más.

Sin perjuicio de lo complejo y fustrante que ha sido este proceso, en lo personal me siento con la conciencia tranquila de que hicimos todo lo que estuvo a nuestro alcance para representar de la mejor manera a los chilenos que nos eligieron.

Chile merece una buena Constitución, una que no divida entre buenos y malos, entre vencedores y vencidos, entre los que están legitimados para hablar y otros que deben ser cancelados. Las Constituciones están llamadas a tomar los puntos que nos unen como país, no aquellos que los dividen, enfrentan o separan. Confío en que nuestra patria le dirá NO a esta Constitución de la soberbia, y que iniciaremos un camino para construir un pacto social que nos una.

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