Editorial

Déficit fiscal y reforma tributaria

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La discusión que puso sobre la mesa el ministro de Economía, José Ramón Valente, respecto de las consecuencias de un déficit estructural mayor al originalmente informado por el gobierno anterior, además de abrir un espacio para un análisis más profundo de la institucionalidad de la regla fiscal, pone presión adicional al objetivo de emprender cambios tributarios.

Mantener finanzas públicas sanas ha sido una de las directrices más cuidadas por los distintos gobiernos en los últimos años y hay consenso en el país respecto de que ello debe perpetuarse. Entonces, combinar una baja en los impuestos corporativos que sea “fiscalmente neutra”, como ha comprometido la autoridad, con la reducción del déficit fiscal se vuelve un reto aún más desafiante.

El impacto que un déficit estructural mayor al previsto tiene sobre las arcas fiscales, asunto que al parecer el ministro de Hacienda, Felipe Larraín, busca aclarar con su convocatoria al Consejo Fiscal Asesor para este viernes, será clave para dimensionar lo complejo de esta tarea.

Los expertos han puesto el acento en la necesidad de que una rebaja de impuestos a las empresas sea compensada por otros cambios impositivos, sin descuidar, claro, el impulso al crecimiento y la inversión. También han advertido que la mirada debe ser de largo aliento y no transitoria, como podría ser el aumento de la recaudación con medidas puntuales de aplicación en el corto plazo.

Que las cosas sean más difíciles muchas veces son un incentivo adicional para que se hagan mejor, y la búsqueda de buenos equilibrios en estas materias -impuestos y cuentas fiscales- es demasiado importante como para no dedicarle el empeño y el tiempo suficientes.

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