"Hay desconexión entre el aparato central del país y las zonas afectadas por el terremoto"
Para la ejecutiva, que viaja permanentemente a Concepción, el centralismo de nuestro país impide ver y entender cuáles son las reales necesidades de los afectados.
Por: Equipo DF
Publicado: Viernes 26 de marzo de 2010 a las 05:00 hrs.
Carmen Mieres G.
En Concepción, y en general en todas los sectores afectados por el terremoto y tsunami, se produjeron dos "pecados capitales": la falta de orden público durante los dos primeros días tras la catástrofe; y los errores entre las instituciones encargadas de alertar de la ocurrencia del maremoto. Ambas situaciones sumaron, a la destrucción que produjeron los fenómenos naturales, algo mucho más perjudicial a largo plazo: desconfianza, miedo, frustración, rabia y decepción.
Ese es el diagnóstico que hace Janet Spröhnle, directora ejecutiva de People & Partners, de la situación que hoy vive Concepción. Tras el terremoto, organizó a un grupo de voluntarios que la tiene viajando por lo menos dos veces a la semana a la zona, en donde además de reunirse con autoridades y cámaras gremiales, lleva a cabo sesiones con los empleados de distintas empresas para que comenten sus experiencias, darles herramientas para superar la adversidad y que así encuentren un sentido positivo al trauma vivido.
Solidaridad de verdad
Basándose en el expertise acumulado en la compañía que dirige, Spröhnle hace una especie de "outplacement social". Y aunque destaca muchos aspectos positivos que esta extrema situación ha sacado a flote, como la fuerza, el empuje, la solidaridad, también es clara en denunciar lo que ha provocado profundas heridas sicológicas.
"Se dilató la presencia del orden y eso es imperdonable porque el Estado está para dar seguridad. El nivel de violencia sicológica que acompañó a los saqueos provocó un daño muy profundo. Y desestimar la ocurrencia de un tsunami fue el otro pecado capital: hubo personas que confiaron en la postura oficial y murieron. Todo eso hace que se pierda la confianza, que surja la frustración, el miedo, la inseguridad y la parálisis.
- ¿Qué le parece la ayuda que se ha dado?
- Lo que se vive allá es una realidad que los santiaguinos están lejos de entender. Es triste percibir el centralismo de Chile, las grandes decisiones se toman alejadas de lo que sucede realmente. Hay una desconexión total entre el aparato central de nuestro país y los escenarios de la catástrofe.
- ¿Y el apoyo privado?
- Quienes pertenecen a empresas grandes se sintieron buscados y atendidos. Las empresas han sido muy humanas y preocupadas de sus colaboradores, cadenas de proveedores y distribuidores. Pero las que pueden, porque la situación de la pyme es muy precaria.
A las empresas se les exige ser responsables socialmente y está bien. Pero el consumidor también debe serlo y comprender que el otro también es un ser humano vulnerable. Todos quieren que se reponga el aparato productivo y de servicios de inmediato pero se olvidan de la magnitud de la catástrofe.
- ¿Todo esto puede hacer cambiar el enfoque de RSE de las empresas?
- Es válido que las empresas asuman la RSE como una estrategia de negocios. De hecho, son ellas las que han prestado ayuda y lo van a seguir haciendo, están muy involucradas y muchas ya tienen la metodología porque ya venían trabajando en RSE. Pero me gustaría que la empresa fuera solidaria gratuitamente, desde el alma de la organización. Estamos llenos de publicidad que disfraza una venta con la solidaridad y eso es peor que el saqueo porque es casi como usufructuar de la situación. Algo incomprensible cuando uno se conecta con la realidad de allá.
- ¿Qué viene para el futuro?
- Yo estoy tratando de invitar a la gente a que vea lo positivo de todo esto. Las personas no hacen ese análisis por sí solas porque hoy se quedan en el miedo, por eso es importante darles el máximo de herramientas para que salgan de ese estado.
A veces se está tan involucrado en la urgencia, que se hacen muchas cosas dispersas y, pasada la emergencia, mucho puede quedar en el abandono o no ser sustentable en el largo plazo. Acá hay que atender lo estructural, pero que eso no sea suficiente: como país debemos dar un sentido a lo que nos pasó.
En Concepción, y en general en todas los sectores afectados por el terremoto y tsunami, se produjeron dos "pecados capitales": la falta de orden público durante los dos primeros días tras la catástrofe; y los errores entre las instituciones encargadas de alertar de la ocurrencia del maremoto. Ambas situaciones sumaron, a la destrucción que produjeron los fenómenos naturales, algo mucho más perjudicial a largo plazo: desconfianza, miedo, frustración, rabia y decepción.
Ese es el diagnóstico que hace Janet Spröhnle, directora ejecutiva de People & Partners, de la situación que hoy vive Concepción. Tras el terremoto, organizó a un grupo de voluntarios que la tiene viajando por lo menos dos veces a la semana a la zona, en donde además de reunirse con autoridades y cámaras gremiales, lleva a cabo sesiones con los empleados de distintas empresas para que comenten sus experiencias, darles herramientas para superar la adversidad y que así encuentren un sentido positivo al trauma vivido.
Solidaridad de verdad
Basándose en el expertise acumulado en la compañía que dirige, Spröhnle hace una especie de "outplacement social". Y aunque destaca muchos aspectos positivos que esta extrema situación ha sacado a flote, como la fuerza, el empuje, la solidaridad, también es clara en denunciar lo que ha provocado profundas heridas sicológicas.
"Se dilató la presencia del orden y eso es imperdonable porque el Estado está para dar seguridad. El nivel de violencia sicológica que acompañó a los saqueos provocó un daño muy profundo. Y desestimar la ocurrencia de un tsunami fue el otro pecado capital: hubo personas que confiaron en la postura oficial y murieron. Todo eso hace que se pierda la confianza, que surja la frustración, el miedo, la inseguridad y la parálisis.
- ¿Qué le parece la ayuda que se ha dado?
- Lo que se vive allá es una realidad que los santiaguinos están lejos de entender. Es triste percibir el centralismo de Chile, las grandes decisiones se toman alejadas de lo que sucede realmente. Hay una desconexión total entre el aparato central de nuestro país y los escenarios de la catástrofe.
- ¿Y el apoyo privado?
- Quienes pertenecen a empresas grandes se sintieron buscados y atendidos. Las empresas han sido muy humanas y preocupadas de sus colaboradores, cadenas de proveedores y distribuidores. Pero las que pueden, porque la situación de la pyme es muy precaria.
A las empresas se les exige ser responsables socialmente y está bien. Pero el consumidor también debe serlo y comprender que el otro también es un ser humano vulnerable. Todos quieren que se reponga el aparato productivo y de servicios de inmediato pero se olvidan de la magnitud de la catástrofe.
- ¿Todo esto puede hacer cambiar el enfoque de RSE de las empresas?
- Es válido que las empresas asuman la RSE como una estrategia de negocios. De hecho, son ellas las que han prestado ayuda y lo van a seguir haciendo, están muy involucradas y muchas ya tienen la metodología porque ya venían trabajando en RSE. Pero me gustaría que la empresa fuera solidaria gratuitamente, desde el alma de la organización. Estamos llenos de publicidad que disfraza una venta con la solidaridad y eso es peor que el saqueo porque es casi como usufructuar de la situación. Algo incomprensible cuando uno se conecta con la realidad de allá.
- ¿Qué viene para el futuro?
- Yo estoy tratando de invitar a la gente a que vea lo positivo de todo esto. Las personas no hacen ese análisis por sí solas porque hoy se quedan en el miedo, por eso es importante darles el máximo de herramientas para que salgan de ese estado.
A veces se está tan involucrado en la urgencia, que se hacen muchas cosas dispersas y, pasada la emergencia, mucho puede quedar en el abandono o no ser sustentable en el largo plazo. Acá hay que atender lo estructural, pero que eso no sea suficiente: como país debemos dar un sentido a lo que nos pasó.
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