Clive Crook

Washington está ahogando a EEUU

Cuando dejé Inglaterra en 2005 para vivir en EEUU, era un admirador renacido del pueblo estadounidense, del proyecto americano y de su sistema de gobierno. No tenía paciencia con quienes decían que el país estaba entrando en su decadencia. Era un antideclinista militante.

Por: Clive Crook | Publicado: Martes 26 de julio de 2011 a las 05:00 hrs.
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Cuando dejé Inglaterra en 2005 para vivir en EEUU, era un admirador renacido del pueblo estadounidense, del proyecto americano y de su sistema de gobierno. No tenía paciencia con quienes decían que el país estaba entrando en su decadencia. Era un antideclinista militante.

Seis años después, lo estoy repensando. No estoy listo para renunciar, pero como cualquier observador justo, estoy impresionado por la determinación de Washington de dar la razón a los pesimistas.

Uno podría decir que el impasse del límite de la deuda, que provoca tales pensamientos, sale de lo común y no es una base para predicciones. Ciertamente es un caso extremo: sin importar cómo se resuelva, el Congreso y la Casa Blanca han llevado la irresponsabilidad fiscal a un nuevo nivel. Pero la situación es representativa. La disfunción en Washington es ahora tan aguda que muchas áreas ejecutivas prácticamente se han paralizado. 
Los antideclinistas siempre hemos tenido dos grandes respuestas para el pesimismo. La primera es que la fortaleza subyacente de la economía estadounidense no tiene nada que ver con Washington y se mantiene. La segunda es que los fundadores del país pusieron deliberadamente disfunción en la constitución porque querían mantener controlado al gobierno federal. Ignore el ruido en el Capitolio, dijimos. La incapacidad de Washington, si quiere llamarlo así, era parte de la fórmula para el éxito estadounidense.

Hay mucha verdad en ambos argumentos. El origen del éxito estadounidense es una cultura que enfatiza el trabajo duro, la auto dependencia, un deseo de mejorar uno y la propia familia, y la necesidad de tomar riesgos de vez en cuando. Esta cultura apoya de modo único el esfuerzo, la innovación y el emprendimiento, y estos rasgos muestran pocas señales de debilitarse.

El gobierno limitado era otra condición para el éxito. Para los estándares europeos, los controles y equilibrios mantenían al gobierno dentro de sus límites. Tal vez más importante, evitaban la ruinosa oscilación pendular de la política a la que han sucumbido las democracias mayoritarias sin control.

¿Qué ha cambiado? Primero, la polarización política en Washington y en el país en general ha debilitado demasiado la capacidad de gobernar. Segundo, EEUU enfrenta desafíos que someten esta capacidad disminuida a nuevas pruebas.

Los fundadores pensaban en demora, deliberación y compromiso -no parálisis. En semanas y meses recientes, la nueva incapacidad ha sido evidente. Pero el tema del techo de la deuda es sólo una instancia. Este fin de semana, se despidió a miles de trabajadores por el fracaso en renovar la autoridad operacional a la Federal Aviation Administration, otro quiebre partisano.

A través del gobierno, cargos directivos no se han llenado porque la administración no consigue la confirmación de sus nominados. La negación de apoyo fiscal es otra arma. La reforma de la salud de la administración enfrenta una campaña de erosión legal, procedural y presupuestaria especialmente viciosa.

Si las posiciones se invirtieran, los demócratas se sentirían con el mismo derecho de deshabilitar, por cualquier medio necesario, los logros legislativos de sus enemigos. En el pasado, había suficiente de demócratas conservadores y republicanos liberales como para apoyar el compromiso bipartidista. Ese centro, incluso considerando la denominada “Banda de Seis” senadores, prácticamente ha desaparecido. En lugar de presionar por compromisos, los controles y equilibrios de la constitución se traducen en estancamiento.

Si políticas como Dodd-Frank o la Ley de Salud Asequible se convierten en ley, carecen de una base de apoyo amplio, y el Congreso siguiente se aboca a desmantelarlas.

A un lado está la energía y ambición sin paralelo del trabajador estadounidense. Pero del otro, la complacencia, superioridad y despreocupación sin rival de Washington. Nunca pensé que diría esto, pero comienzo a preguntarme cuál de los dos prevalecerá.

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