Pablo Longueira
"Estamos bien en el refugio los 33".
Qué frase más perfecta. Lo dijo todo en seis palabras y un número, ni una letra de más ni de menos.
Afortunadamente, nuestros queridos mineros tuvieron un Presidente que les abrió ese sondaje, a 700 metros de profundidad, que les permitió enviar el mensaje que dio inicio a un rescate cinematográfico, que ninguna película podrá igualar. No estuve en la avant premier y aún no la he visto, pero los mineros -y también los asistentes- tienen bastante claro que están vivos gracias a Piñera, que entiendo fue ovacionado, y a su ministro Golborne.
A raíz de todo esto me puse a pensar: ¿qué frase escribiría hoy la inmensa mayoría de los chilenos –incluida a estas alturas, parte de la NM- para que nos rescaten del hoyo en que estamos? ¿A quién se lo mandaría?
"Estamos mal en Chile los 2/3". Precisa, clara, breve, resume bien la realidad -la real y la "sin renuncia"-, e incluso, con una palabra menos.
¿Por qué 2/3? Muy simple. Según las encuestas serias e influyentes, Adimark y Plaza Pública Cadem, un 70% desaprueba la gestión de la actual mandataria. Un 67% rechaza la gestión del gabinete y las tres reformas emblemáticas (tributaria, educacional y laboral) también son rechazadas por 2/3. Y todas las instituciones esenciales para una democracia, como el Congreso y los partidos, tienen indicadores parecidos.
A algunos les alegra, a mí no. Siempre busqué que a los gobiernos les fuera bien. Se puede estar en la oposición y lograr la alternancia sin destruir el país. Le tengo aprecio a la Presidenta y nada me agradaría más que enmendara el rumbo y el país vuelva a la senda del desarrollo.
¿A quién va dirigido este mensaje? A lo que queda de Alianza y Concertación. A sus líderes de hoy y ayer. A esos partidos, dirigentes y centros de estudios de esos dos conglomerados que fueron capaces de llevar a los chilenos a un sitial de desarrollo y progreso jamás visto. Esas dos coaliciones son afluentes. Uno, de una generación que frente al quiebre institucional del país se dedicó a modernizar y transformar la institucionalidad política, económica y social, generando el cambio más profundo en la historia chilena, bajo el Gobierno Militar. La otra, que desde la oposición luchó contra él y gobernó durante 20 años, haciendo una transición a la democracia alabada por todos, perfeccionando y profundizando ese camino de apertura y libertades individuales.
Proyectos con sentido, mística y épica, que fueron capaces de convocar a dos generaciones de servidores públicos ejemplares. Los mejores hombres y mujeres de la derecha, el centro y la izquierda, que entregaron todo de sí para construir un país mejor. Y que encontraron sentido a lo público, al verdadero servicio público. Entregaron sus talentos y conocimientos para construir instituciones y políticas públicas que han permitido a miles de familias que vivían históricamente en la pobreza transitar a un mundo de oportunidades propio de la clase media.
Si seguimos así, cada vez será mas difícil convocar a los mejores. Se restarán de ir al gobierno, cualquiera sea, no estarán dispuestos a pasar por campañas para ir al Congreso o alcaldías; en fin, iremos perdiendo más temprano que tarde el gran capital que nos distinguía del resto, que era tener buenos y serios políticos, jueces, economistas o abogados que le dieron solidez a nuestras instituciones. Un país donde las instituciones funcionan, las reglas son claras, hay certeza jurídica y el estado de derecho se respeta. Un país confiable y atractivo para el inversionista nacional y extranjero, que nos permita lograr el desarrollo.
La situación actual ya no da para más. Hay que salir al rescate del país. Sin cálculos pequeños, corriendo riesgos políticos inevitables, tal como lo hizo Piñera con los mineros, porque seamos honestos -si no hubiera sido así- lo más probable es que no estarían con vida. Pensemos en grande. Lo que se está destruyendo hoy será muy difícil de volver a recomponer.
Ambas coaliciones deben rearmarse para que el camino al desarrollo se encauce igual que en la mayoría de los países desarrollados, en dos partidos o coaliciones, que compiten por el centro y buscan interpretar a esa inmensa mayoría que hoy supera los 2/3 y no quiere retroexcavadoras.