Siria, última llamada
Por: | Publicado: Viernes 9 de marzo de 2012 a las 05:00 hrs.
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Una mirada panorámica a la situación siria, entrega el Padre Paolo Dall’Oglio, en entrevista realizada para OASIS por Maria Laura Conte y Martino Diez, desde el monasterio de San Moisés el Abisinio, 100 Km. al norte de Damasco.
- Desde las fronteras de Siria se filtran noticias fragmentadas y confusas. ¿Cómo describiría la situación actual del país en el cual vive desde hace treinta años? ¿En qué punto se encuentra el enfrentamiento?
- Hago una premisa: aceptando conceder una entrevista, en cierta manera me asumo una responsabilidad respecto al compromiso de no actuar políticamente para evitar mi expulsión. La renuncia a este silencio se debe a la gravedad de la situación, que obliga a hacer lo posible por la pacificación del país en el marco de la justicia. Cualquier cálculo de oportunidad personal estaría fuera de lugar. Además, en las últimas semanas, el Estado ha decidido dejar un mayor espacio a la libertad de información y, por lo tanto, considero mi intervención como una respuesta positiva a la apertura del gobierno. Espero que este gesto sea comprendido en su intención patriótica y solidaria, y apreciado como tal en el marco del crecimiento del país, a través de una mayor libertad de opinión.
La situación sigue siendo tensa y cargada de violencia. El territorio está dividido, en mancha de leopardo, entre zonas en las cuales predomina el movimiento de oposición, tanto pacífico como más o menos violento, y aquellas en las cuales el Estado mantiene el pleno control e incluso cuenta con un claro apoyo de parte de las poblaciones. Existen dos grandes islas, Damasco y Alepo, que siguen firmemente en manos del gobierno central, pero su extensión se va reduciendo día a día y la inseguridad también les afecta en profundidad.
La región montañosa entre el mar y el río Orontes, que corre de la Bekaa libanesa hasta Antioquía, está casi totalmente bajo el control gubernamental. De hecho, los habitantes de esa región pertenecen principalmente a las minorías (en relación al conjunto del país) musulmanas, alauí e ismaelita, y cristianas, bizantina, tanto ortodoxa como católica, y maronita. Los sunnitas, mayoría en el país, son minoría en esta región. Estos últimos fueron unos de los primeros en sublevarse, seguramente esperando que hubiera una rápida insurrección general. Aquí la represión ha obtenido un éxito substancial. Por consiguiente, la eventualidad, que muchos preveían, de una división del país, en esta zona es realmente concreta. Esto dibujaría una Siria costera en la órbita iraní, junto al Sur del Líbano de Hezbolá, que se contrapondría a una Siria interna sunnita, vinculada a Irak central en el Este y a la Beirut de Hariri en el Oeste.
Este desastroso panorama no corresponde todavía a la realidad global del país. Existe un equilibrio de fuerzas. Si bien con dificultades, los servicios estatales esenciales funcionan. Gran parte de la población sigue siendo incapaz de tomar posición y de hecho permanece neutral. Por otro lado, prescindiendo de las pertenencias religiosas, todavía existe una gran adhesión popular al poder constituido, aunque se haya visto golpeada, entre otras cosas a causa del fuerte apego de los sirios a la unidad nacional y a que numerosas personas se niegan a dejarse reducir a la única referencia de identidad confesional. A pesar de esto, algunas áreas están en manos del “ejército libre”, aunque no osaría afirmar que sea de manera estable. En general, el clima político es confuso, la seguridad carente. Se conocen episodios de robo, vandalismo, sabotaje, atentados, secuestros, ajustes de cuentas, venganzas y asesinatos. La violencia no hace más que aumentar. Los simples delincuentes también se aprovechan de la situación. Participamos con demasiada frecuencia a funerales de personas que han muerto en enfrentamientos violentos o atentados.
Muchos quieren seguir esperando que la prometida reforma constitucional sea pronto una realidad y que la presidencia Bashar el-Assad supere la crisis y obtenga una elección plebiscitaria para un nuevo mandato.
- A propósito de posibles soluciones, en el verano de 2011 usted expresaba el deseo de que naciese una forma de democracia consensual, que supiera tener en cuenta la pluralidad de identidades presentes en el país. Sin embargo, parece que las cosas han ido en otra dirección y la situación se ha agravado. ¿Considera todavía practicable aquella propuesta? - Paradójicamente, hoy creo en ello todavía más, porque la sensación, en los dos campos, es que se ha llegado a un punto muerto, incluso desde el punto de vista del equilibrio de las fuerzas. En estos meses, y por voluntad en cierto sentido “recíproca”, se ha impulsado decididamente la situación hacia la militarización del conflicto. Sin embargo, ahora se ve con claridad creciente que ninguna de las dos partes tiene los medios para aniquilar a la otra, por numerosos motivos, locales, nacionales e internacionales.
- ¿Esta situación no le recuerda peligrosamente la de Irak? Aparte del hecho que el movimiento no comenzó con una invasión militar extranjera, ¿no hay muchos rasgos en común?
- Ciertamente hay rasgos en común y otras muchas diferencias. El fenómeno de los secuestros, por ejemplo, es extremadamente preocupante. Si se sigue así, para la gente común será la ruina. Por lo que se refiere a la mayoría de la población cristiana, por una parte, tiene la sensación de que les arrolla un conflicto que en definitiva es entre musulmanes, y, por otra, son muchos quienes se sienten completamente solidarios con la Siria de los Assad. Esta había asegurado un nivel de laicidad del Estado que de parte de la minoría cristiana se percibía como una ocasión de promoción; esto en el momento en el cual la mayoría sunnita lo percibía como el poder de una alianza de minorías. Sobre el terreno, un importante número de cristianos está con el gobierno. Muchos son funcionarios y empleados del Estado y otros participan en el conflicto como miembros del ejército, la policía y los servicios de seguridad. No pocos jóvenes se han ofrecido como voluntarios a las tropas comprometidas en la represión del “terrorismo”. También cabe señalar una presencia de cristianos en los movimientos de oposición, y naturalmente eligen los partidos menos caracterizados en el plano religioso. Sin embargo, como para Irak, el sentimiento dominante es que una guerra civil generalizada sería infinitamente deletérea precisamente para los cristianos, que seguramente emigrarían en masa.
- ¿Existen posiciones distintas entre los cristianos?
- Gran parte de las distintas autoridades eclesiásticas toman partido muy explícitamente a favor del gobierno. Pero esta posición tiende a dejar paso a una neutralidad más pronunciada. Se comprenden bien, como hemos dicho, las razones de quien teme el nacimiento de una república islámica sunnita. Sin embargo, otros insisten más bien en la posibilidad de que la revolución abra espacios a la democracia. De todos modos, es del todo erróneo dividir el campo simplemente entre democráticos y antidemocráticos, al igual que entre prorégimen y antirrégimen. La realidad es más compleja. Hay muchos jóvenes, tanto cristianos como musulmanes, que luchan con todo su ser para favorecer el nacimiento de una democracia digna de este nombre en Siria. Algunos consideran que este objetivo se podría alcanzar mejor y de modo más seguro a través de la evolución del régimen actual. En cambio, otros, igualmente comprometidos por la democracia, aspiran al cambio en seguida, contra el actual establishment. Me di cuenta claramente de que las posiciones están muy estructuradas cuando se planteó la cuestión de mi expulsión. Seis mil seiscientos jóvenes se adhirieron a la página de Facebook «No a la expulsión del Padre Paolo». La oposición que adhiere a los Comités de coordinación promovió un “Domingo del Padre Paolo” en el cual en varias manifestaciones en todo el país se expresa solidaridad para conmigo… ¡incluso de parte de grupos de mujeres musulmanas con el velo! Prescindiendo del uso político de la cuestión, es significativo que entre los jóvenes que me han defendido, todos comprometidos por la democracia, se contaban tanto quienes estaban a favor del gobierno como quienes apoyaban la revolución, y eran tanto musulmanes como cristianos.
- Antes observaba que ninguna de las dos partes tiene hoy los instrumentos para prevalecer sobre la otra. Por tanto, ¿no queda sino esperar que una se agote?
- Las dos partes no se agotarán, porque Siria hoy es el teatro de un vasto conflicto regional. Aquí se juega la tensión entre Estados Unidos y Rusia, Turquía e Irán, sunnitas y chiítas, concepción laica del Estado y visión religiosa de la sociedad y, en ámbito interno, asistimos al surgimiento de especificidades geográficas que hasta ahora no habían encontrado una expresión adecuada… Todo esto significa que las posibilidades de alimentar el conflicto son casi infinitas. Pero la novedad no está aquí. Está en el deseo de emancipación de los jóvenes, que es un hecho nuevo inmenso, un elemento de desequilibrio en los equilibrios conflictivos tradicionales.
- Muchos en Occidente consideran que Al-Jazira es una fuente informada sobre los hechos sirios. ¿Usted cómo la valora?
- Es un canal televisivo de partido. Su acción ha contribuido al desencadenamiento de los movimientos revolucionarios del año pasado, y esto sin duda hay que reconocerlo. Fue un elemento extraordinario de ruptura del monopolio de la información de parte de los gobiernos totalitarios y un factor de cambio. Sin embargo, respecto a Siria, ha elegido la opción militar; milita contra el régimen de modo faccioso y, por tanto, la objetividad de la información sufre las consecuencias de ello. Asistimos a una guerra civil televisiva antes que en el campo de batalla. Tenemos ante nuestros ojos una riña entre los canales de TV que opone realidades como Al-Jazira a los medios de comunicación que controla la clase dirigente, que también son hábiles a la hora de defender su causa. Estoy convencido de que asegurar una libertad de prensa generalizada favorecería una escucha de las buenas razones y, por consiguiente, ayudaría a la pacificación.
- Usted hace referencia a este deseo generalizado de democracia y de participación de la sociedad civil, pero ¿dónde lo nota? ¿Cómo se expresa?
- Exacto, no en los medios de comunicación, donde circulan las teorías de complot más disparatadas. Se habla de una gran alianza entre Estados Unidos, Israel, al-Qaeda, salafistas, Hermanos musulmanes, y Liga árabe, que tiene como objetivo derrocar al último Estado árabe que todavía no ha capitulado frente al proyecto sionista y no ha renunciado a combatir el imperialismo ... Es evidente que discutir a este nivel es difícil. Sin embargo, veo que la sociedad civil aflora en la vida de todos los días, la veo en el amor de patria de todos aquellos que están dispuestos a pagar personalmente. Noto una extraordinaria maduración civil y moral en los jóvenes que se comprometen por el cambio.
La grave dificultad es que incluso sectores cultos y socialmente avanzados de la sociedad, también de los ambientes eclesiales, se dejan llevar por una lógica extremista y radical que se expresa en frases como: “¡Todo, pero nunca entregar el Estado a los Hermanos musulmanes!”. Incluso, algunos ceden a lógicas de genocidio, de manera que, si para salvar al país hay que matar a millones de personas, qué le vamos a hacer. La radicalización del lenguaje crea una espiral de violencia sin salida. No me hago ilusiones y no me desespero. Los violentos de hoy y sus hijos están llamados a ser los ciudadanos del mañana. Está claro que actuar inmediatamente para evitar lo peor es un deber de todos, global, por lo tanto, con mayor razón, mediterráneo e italiano.
- ¿Cuán importante ha sido el papel de los nuevos medios de comunicación?
- Diría que ha sido fundamental. Sin los nuevos medios de comunicación la lógica de la represión habría podido actuar sin dificultades. No habría habido Primavera árabe, o por lo menos habría asumido formas muy distintas, “más clásicas”: concentración de los insurrectos en una región y su progresiva extensión, como sucedió en el pasado en Vietnam, Nicaragua, Kurdistán iraquí, etc. Sin el control internacional que permiten los nuevos medios de comunicación, habría habido masacres más graves todavía. La represión capilar es relativamente impotente, a causa de la presión internacional construida a partir del uso de nuevos medios de comunicación; de la maduración civil, especialmente juvenil, favorecida por las redes sociales; y también de la nueva militancia religiosa que se organiza en la red.
- Perdone si insistimos, pero ¿no cree que, lamentablemente, es más fácil armar a los contendientes que crear un espacio de diálogo?
- Francamente, si estalla la guerra contra Irán, aquí las cosas se pueden mover muy, muy rápidamente, pero también muy trágicamente. Pienso que es preciso emprender negociaciones serias con Irán, que permitan al país acceder al estatus de potencia nuclear, con determinadas condiciones, para crear un equilibrio de disuasión en la lógica de la guerra fría, pero de modo mucho más concordado y limitado. India, Pakistán e Israel ya son nucleares. En cualquier caso, sólo un desarme nuclear generalizado y planetario, garantizado por una verdadera autoridad mundial, haría que fueran injustificadas las aspiraciones iraníes. Vayamos, pues, a dialogar con Irán y a comprometernos por hacer de Siria un lugar de encuentro y de acuerdo entre sunnitas y chiítas. Esta áspera confrontación intercomunitaria se desarrolla en toda la región: en Bahrein, en Yemen, en Arabia Saudí, en Líbano, etc. Tratemos, por tanto, de expresar una gramática alternativa a la del “tanto peor, tanto mejor”.
- ¿Cuál es el punto desencadenante de estas revoluciones? ¿Por qué precisamente en 2011?
- Para los tres países norteafricanos, Egipto, Libia y Túnez, el hecho de que fuera insoportable el paso generacional del poder de padre a hijo parece haber marcado el destino de esas dictaduras. Los pueblos ya no soportan la idea de que se les trate como una propiedad privada y un objeto de herencia. La oposición ya era muy fuerte. Al hecho de no soportar el presente, se ha añadido la crisis económica y diría también una verdadera maduración juvenil, a cuyo desarrollo —por otra parte— Europa ha contribuido y durante largo tiempo, a través de instituciones como la Fundación euromediterránea Anna Lindh y las distintas formas de cooperación internacional al desarrollo. Así se ha llegado al punto de ruptura después de que durante años los egipcios gritaran por las calles “kifâya”, el eslogan de la pre-revolución: ¡Basta!
- ¿Las negociaciones se pueden perseguir infinitamente?
- ¡Es preciso comenzar en seguida, porque el tiempo a disposición es poco!
- Desde las fronteras de Siria se filtran noticias fragmentadas y confusas. ¿Cómo describiría la situación actual del país en el cual vive desde hace treinta años? ¿En qué punto se encuentra el enfrentamiento?
- Hago una premisa: aceptando conceder una entrevista, en cierta manera me asumo una responsabilidad respecto al compromiso de no actuar políticamente para evitar mi expulsión. La renuncia a este silencio se debe a la gravedad de la situación, que obliga a hacer lo posible por la pacificación del país en el marco de la justicia. Cualquier cálculo de oportunidad personal estaría fuera de lugar. Además, en las últimas semanas, el Estado ha decidido dejar un mayor espacio a la libertad de información y, por lo tanto, considero mi intervención como una respuesta positiva a la apertura del gobierno. Espero que este gesto sea comprendido en su intención patriótica y solidaria, y apreciado como tal en el marco del crecimiento del país, a través de una mayor libertad de opinión.
La situación sigue siendo tensa y cargada de violencia. El territorio está dividido, en mancha de leopardo, entre zonas en las cuales predomina el movimiento de oposición, tanto pacífico como más o menos violento, y aquellas en las cuales el Estado mantiene el pleno control e incluso cuenta con un claro apoyo de parte de las poblaciones. Existen dos grandes islas, Damasco y Alepo, que siguen firmemente en manos del gobierno central, pero su extensión se va reduciendo día a día y la inseguridad también les afecta en profundidad.
La región montañosa entre el mar y el río Orontes, que corre de la Bekaa libanesa hasta Antioquía, está casi totalmente bajo el control gubernamental. De hecho, los habitantes de esa región pertenecen principalmente a las minorías (en relación al conjunto del país) musulmanas, alauí e ismaelita, y cristianas, bizantina, tanto ortodoxa como católica, y maronita. Los sunnitas, mayoría en el país, son minoría en esta región. Estos últimos fueron unos de los primeros en sublevarse, seguramente esperando que hubiera una rápida insurrección general. Aquí la represión ha obtenido un éxito substancial. Por consiguiente, la eventualidad, que muchos preveían, de una división del país, en esta zona es realmente concreta. Esto dibujaría una Siria costera en la órbita iraní, junto al Sur del Líbano de Hezbolá, que se contrapondría a una Siria interna sunnita, vinculada a Irak central en el Este y a la Beirut de Hariri en el Oeste.
Este desastroso panorama no corresponde todavía a la realidad global del país. Existe un equilibrio de fuerzas. Si bien con dificultades, los servicios estatales esenciales funcionan. Gran parte de la población sigue siendo incapaz de tomar posición y de hecho permanece neutral. Por otro lado, prescindiendo de las pertenencias religiosas, todavía existe una gran adhesión popular al poder constituido, aunque se haya visto golpeada, entre otras cosas a causa del fuerte apego de los sirios a la unidad nacional y a que numerosas personas se niegan a dejarse reducir a la única referencia de identidad confesional. A pesar de esto, algunas áreas están en manos del “ejército libre”, aunque no osaría afirmar que sea de manera estable. En general, el clima político es confuso, la seguridad carente. Se conocen episodios de robo, vandalismo, sabotaje, atentados, secuestros, ajustes de cuentas, venganzas y asesinatos. La violencia no hace más que aumentar. Los simples delincuentes también se aprovechan de la situación. Participamos con demasiada frecuencia a funerales de personas que han muerto en enfrentamientos violentos o atentados.
Muchos quieren seguir esperando que la prometida reforma constitucional sea pronto una realidad y que la presidencia Bashar el-Assad supere la crisis y obtenga una elección plebiscitaria para un nuevo mandato.
- A propósito de posibles soluciones, en el verano de 2011 usted expresaba el deseo de que naciese una forma de democracia consensual, que supiera tener en cuenta la pluralidad de identidades presentes en el país. Sin embargo, parece que las cosas han ido en otra dirección y la situación se ha agravado. ¿Considera todavía practicable aquella propuesta? - Paradójicamente, hoy creo en ello todavía más, porque la sensación, en los dos campos, es que se ha llegado a un punto muerto, incluso desde el punto de vista del equilibrio de las fuerzas. En estos meses, y por voluntad en cierto sentido “recíproca”, se ha impulsado decididamente la situación hacia la militarización del conflicto. Sin embargo, ahora se ve con claridad creciente que ninguna de las dos partes tiene los medios para aniquilar a la otra, por numerosos motivos, locales, nacionales e internacionales.
- ¿Esta situación no le recuerda peligrosamente la de Irak? Aparte del hecho que el movimiento no comenzó con una invasión militar extranjera, ¿no hay muchos rasgos en común?
- Ciertamente hay rasgos en común y otras muchas diferencias. El fenómeno de los secuestros, por ejemplo, es extremadamente preocupante. Si se sigue así, para la gente común será la ruina. Por lo que se refiere a la mayoría de la población cristiana, por una parte, tiene la sensación de que les arrolla un conflicto que en definitiva es entre musulmanes, y, por otra, son muchos quienes se sienten completamente solidarios con la Siria de los Assad. Esta había asegurado un nivel de laicidad del Estado que de parte de la minoría cristiana se percibía como una ocasión de promoción; esto en el momento en el cual la mayoría sunnita lo percibía como el poder de una alianza de minorías. Sobre el terreno, un importante número de cristianos está con el gobierno. Muchos son funcionarios y empleados del Estado y otros participan en el conflicto como miembros del ejército, la policía y los servicios de seguridad. No pocos jóvenes se han ofrecido como voluntarios a las tropas comprometidas en la represión del “terrorismo”. También cabe señalar una presencia de cristianos en los movimientos de oposición, y naturalmente eligen los partidos menos caracterizados en el plano religioso. Sin embargo, como para Irak, el sentimiento dominante es que una guerra civil generalizada sería infinitamente deletérea precisamente para los cristianos, que seguramente emigrarían en masa.
- ¿Existen posiciones distintas entre los cristianos?
- Gran parte de las distintas autoridades eclesiásticas toman partido muy explícitamente a favor del gobierno. Pero esta posición tiende a dejar paso a una neutralidad más pronunciada. Se comprenden bien, como hemos dicho, las razones de quien teme el nacimiento de una república islámica sunnita. Sin embargo, otros insisten más bien en la posibilidad de que la revolución abra espacios a la democracia. De todos modos, es del todo erróneo dividir el campo simplemente entre democráticos y antidemocráticos, al igual que entre prorégimen y antirrégimen. La realidad es más compleja. Hay muchos jóvenes, tanto cristianos como musulmanes, que luchan con todo su ser para favorecer el nacimiento de una democracia digna de este nombre en Siria. Algunos consideran que este objetivo se podría alcanzar mejor y de modo más seguro a través de la evolución del régimen actual. En cambio, otros, igualmente comprometidos por la democracia, aspiran al cambio en seguida, contra el actual establishment. Me di cuenta claramente de que las posiciones están muy estructuradas cuando se planteó la cuestión de mi expulsión. Seis mil seiscientos jóvenes se adhirieron a la página de Facebook «No a la expulsión del Padre Paolo». La oposición que adhiere a los Comités de coordinación promovió un “Domingo del Padre Paolo” en el cual en varias manifestaciones en todo el país se expresa solidaridad para conmigo… ¡incluso de parte de grupos de mujeres musulmanas con el velo! Prescindiendo del uso político de la cuestión, es significativo que entre los jóvenes que me han defendido, todos comprometidos por la democracia, se contaban tanto quienes estaban a favor del gobierno como quienes apoyaban la revolución, y eran tanto musulmanes como cristianos.
- Antes observaba que ninguna de las dos partes tiene hoy los instrumentos para prevalecer sobre la otra. Por tanto, ¿no queda sino esperar que una se agote?
- Las dos partes no se agotarán, porque Siria hoy es el teatro de un vasto conflicto regional. Aquí se juega la tensión entre Estados Unidos y Rusia, Turquía e Irán, sunnitas y chiítas, concepción laica del Estado y visión religiosa de la sociedad y, en ámbito interno, asistimos al surgimiento de especificidades geográficas que hasta ahora no habían encontrado una expresión adecuada… Todo esto significa que las posibilidades de alimentar el conflicto son casi infinitas. Pero la novedad no está aquí. Está en el deseo de emancipación de los jóvenes, que es un hecho nuevo inmenso, un elemento de desequilibrio en los equilibrios conflictivos tradicionales.
- Muchos en Occidente consideran que Al-Jazira es una fuente informada sobre los hechos sirios. ¿Usted cómo la valora?
- Es un canal televisivo de partido. Su acción ha contribuido al desencadenamiento de los movimientos revolucionarios del año pasado, y esto sin duda hay que reconocerlo. Fue un elemento extraordinario de ruptura del monopolio de la información de parte de los gobiernos totalitarios y un factor de cambio. Sin embargo, respecto a Siria, ha elegido la opción militar; milita contra el régimen de modo faccioso y, por tanto, la objetividad de la información sufre las consecuencias de ello. Asistimos a una guerra civil televisiva antes que en el campo de batalla. Tenemos ante nuestros ojos una riña entre los canales de TV que opone realidades como Al-Jazira a los medios de comunicación que controla la clase dirigente, que también son hábiles a la hora de defender su causa. Estoy convencido de que asegurar una libertad de prensa generalizada favorecería una escucha de las buenas razones y, por consiguiente, ayudaría a la pacificación.
- Usted hace referencia a este deseo generalizado de democracia y de participación de la sociedad civil, pero ¿dónde lo nota? ¿Cómo se expresa?
- Exacto, no en los medios de comunicación, donde circulan las teorías de complot más disparatadas. Se habla de una gran alianza entre Estados Unidos, Israel, al-Qaeda, salafistas, Hermanos musulmanes, y Liga árabe, que tiene como objetivo derrocar al último Estado árabe que todavía no ha capitulado frente al proyecto sionista y no ha renunciado a combatir el imperialismo ... Es evidente que discutir a este nivel es difícil. Sin embargo, veo que la sociedad civil aflora en la vida de todos los días, la veo en el amor de patria de todos aquellos que están dispuestos a pagar personalmente. Noto una extraordinaria maduración civil y moral en los jóvenes que se comprometen por el cambio.
La grave dificultad es que incluso sectores cultos y socialmente avanzados de la sociedad, también de los ambientes eclesiales, se dejan llevar por una lógica extremista y radical que se expresa en frases como: “¡Todo, pero nunca entregar el Estado a los Hermanos musulmanes!”. Incluso, algunos ceden a lógicas de genocidio, de manera que, si para salvar al país hay que matar a millones de personas, qué le vamos a hacer. La radicalización del lenguaje crea una espiral de violencia sin salida. No me hago ilusiones y no me desespero. Los violentos de hoy y sus hijos están llamados a ser los ciudadanos del mañana. Está claro que actuar inmediatamente para evitar lo peor es un deber de todos, global, por lo tanto, con mayor razón, mediterráneo e italiano.
- ¿Cuán importante ha sido el papel de los nuevos medios de comunicación?
- Diría que ha sido fundamental. Sin los nuevos medios de comunicación la lógica de la represión habría podido actuar sin dificultades. No habría habido Primavera árabe, o por lo menos habría asumido formas muy distintas, “más clásicas”: concentración de los insurrectos en una región y su progresiva extensión, como sucedió en el pasado en Vietnam, Nicaragua, Kurdistán iraquí, etc. Sin el control internacional que permiten los nuevos medios de comunicación, habría habido masacres más graves todavía. La represión capilar es relativamente impotente, a causa de la presión internacional construida a partir del uso de nuevos medios de comunicación; de la maduración civil, especialmente juvenil, favorecida por las redes sociales; y también de la nueva militancia religiosa que se organiza en la red.
- Perdone si insistimos, pero ¿no cree que, lamentablemente, es más fácil armar a los contendientes que crear un espacio de diálogo?
- Francamente, si estalla la guerra contra Irán, aquí las cosas se pueden mover muy, muy rápidamente, pero también muy trágicamente. Pienso que es preciso emprender negociaciones serias con Irán, que permitan al país acceder al estatus de potencia nuclear, con determinadas condiciones, para crear un equilibrio de disuasión en la lógica de la guerra fría, pero de modo mucho más concordado y limitado. India, Pakistán e Israel ya son nucleares. En cualquier caso, sólo un desarme nuclear generalizado y planetario, garantizado por una verdadera autoridad mundial, haría que fueran injustificadas las aspiraciones iraníes. Vayamos, pues, a dialogar con Irán y a comprometernos por hacer de Siria un lugar de encuentro y de acuerdo entre sunnitas y chiítas. Esta áspera confrontación intercomunitaria se desarrolla en toda la región: en Bahrein, en Yemen, en Arabia Saudí, en Líbano, etc. Tratemos, por tanto, de expresar una gramática alternativa a la del “tanto peor, tanto mejor”.
- ¿Cuál es el punto desencadenante de estas revoluciones? ¿Por qué precisamente en 2011?
- Para los tres países norteafricanos, Egipto, Libia y Túnez, el hecho de que fuera insoportable el paso generacional del poder de padre a hijo parece haber marcado el destino de esas dictaduras. Los pueblos ya no soportan la idea de que se les trate como una propiedad privada y un objeto de herencia. La oposición ya era muy fuerte. Al hecho de no soportar el presente, se ha añadido la crisis económica y diría también una verdadera maduración juvenil, a cuyo desarrollo —por otra parte— Europa ha contribuido y durante largo tiempo, a través de instituciones como la Fundación euromediterránea Anna Lindh y las distintas formas de cooperación internacional al desarrollo. Así se ha llegado al punto de ruptura después de que durante años los egipcios gritaran por las calles “kifâya”, el eslogan de la pre-revolución: ¡Basta!
- ¿Las negociaciones se pueden perseguir infinitamente?
- ¡Es preciso comenzar en seguida, porque el tiempo a disposición es poco!