Al mediodía de ayer las caras de desconcierto rondaban los pasillos de Chilevisión.
El
director ejecutivo de la estación, Jaime de Aguirre, citó a los
trabajadores (rostros incluidos) para comunicarles lo que ya todos
murmuraban: Chilevisión, el canal del presidente Sebastián Piñera, no
sería enajenado al fondo Linzor Capital.
El desconcierto no sólo
estuvo entre quienes ven a Chilevisión nuevamente como el foco de las
críticas hacia el mandatario, sino también en las caras de quienes iban
a participar de la propiedad de la estación: los altos ejecutivos de la
compañía.
Desde que se anunció el 14 de mayo la enajenación en
US$ 130 millones al fondo de inversión, casi de inmediato comenzaron
los distanciamientos entre los compradores y el oferente. en este caso,
el propio presidente de la República. Desencuentros de los cuales nunca
fueron informados quienes serían los dueños del 5% de la estación, el
grupo de ejecutivos liderados por De Aguirre.
Hace al menos tres
semanas los ejecutivos de Linzor (Tim Purcell, Alfredo Irigoin y Carlos
Ingham) comenzaron a revisar los números de Chilevisión y si bien en
materias contables la empresa parecía funcionar como reloj suizo, sin
endeudamiento bancario, con sólido crecimiento de las utilidades y con
una potente diversificación de los ingresos, el negocio tenía -como
relata una fuente ligada a la
operación- una cuota de
incertidumbre: en un par de años sería posible realizar el mismo
negocio televisivo, pero sin la necesidad de desembolsar US$ 130
millones. Y si bien aquello por sí solo ya era suficiente como para
darle una segunda vuelta al negocio, con los días algunas declaraciones
nublaron más el panorama, diluyendo algunas certezas en torno al activo
que finalmente se estaba comprando. De ahí a renegociar precios, había
un solo paso.
El factor de la Ley de Televisión Digital,
proyecto que abrirá el mercado a otros actores y que entraría en
vigencia en los próximos años, puso la primera nota de alarma. El
usufructo de Chilevisión sobre la señal 11 de televisión está, al menos
en una primera etapa, amarrado hasta el año 2018, cuando terminan los
primeros 25 de contrato entre la Universidad de Chile y los dueños de
Chilevisión. Si bien el acuerdo puede ser extendido por igual cantidad
de tiempo si ambas partes así lo desean, este potencial finiquito fue
mencionado en las negociaciones como algo a tener en cuenta en la
fijación del precio.
Aunque este factor no fue el decisivo en el
fracaso de las tratativas, quedó instalado que Linzor Capital tenía
alternativas a la compra por US$130 millones: optar a un segmento de
frecuencia de televisión digital cuando se liciten, dos años después de
entrada en vigencia la Ley, lo cual le significaría menos inversión y
sin el riesgo de "convivir" con la Universidad de Chile.
La
segunda y más importante razón, era que no, fue el dinero. El consorcio
no habría estado de acuerdo en pagar US$ 130 millones por un canal
comprado en 2005 en apenas US$ 24 millones (y que posteriormente Piñera
le inyectó otros US$ 20 millones), con un horizonte difuso en cuanto a
los plazos y las certezas sobre el activo en venta.
En simple:
Linzor estaba comprando activos necesarios para la operación y
terrenos, pero "arrendaría" el espacio radioeléctrico por un máximo de
ocho años, plazo insuficiente para un retorno de la inversión, a lo
cual se suma el factor "TV Digital" que produce un dolor de cabeza
extra a los canales, debido a lo complejo del negocio.
La suma
del análisis hecho por el fondo no daba los US$ 130 millones prometidos
según esta fuente. Y el mandatario, que estuvo atento a las tratativas
(incluso, según dice la fuente, participó directamente en algunas
reuniones), no aceptó una rebaja, que habría rondado los
US$ 20 millones.
La
pregunta que aparece para el mercado y para LarrainVial, banco de
inversión mandatado para vender nuevamente el canal, es: ¿cuánto vale
realmente Chilevisión?
Otra fuente de ruido tiene que ver con el
rol de la Universidad de Chile en el futuro de esta alianza. La columna
publicada el pasado 19 de mayo por Eduardo Dockendorf, director del
Instituto de Asuntos Públicos de la U. de Chile, en la que apuntaba que
la TV digital le permitiría recuperar a esa casa de estudios los
"objetivos que siempre buscó", hizo crujir las tratativas.
El Grupo Clarín estudia los mismos factores
En
Buenos Aires un director del Grupo Clarín contesta el teléfono y
declara no saber en detalle lo que está ocurriendo en Santiago.
Amablemente el directivo del mayor grupo de medios de Argentina explica
que si bien ellos quedaron segundos en la carrera por Chilevisión hace
tres semanas, ello no significa que de inmediato presentarán una oferta.
Aunque
desde La Moneda trascendió que a José Cox (hombre de confianza de
Piñera y encargado de vender la estación) ya le llegaron ofertas, en
Clarín se apuran en decir que todo ha cambiado, y que las nuevas
condiciones habrá que revisarlas y, por supuesto, ver el análisis de
Linzor.
La complejidad del negocio digital
Hace
años que Linzor quiso entrar al negocio de la televisión, pero esperó
su momento. Esa oportunidad parecía estar en Chilevisión, pero el grupo
de ejecutivos que maneja un millonario portafolio deberá seguir
esperando, apostando a la televisión digital.
Y aunque sus
dardos apuntan a que podría ser más económico entrar desde cero y
postulando a frecuencias una vez que se dicte la Ley de Televisión
Digital (Ley 18.838), el negocio también podría sufrir sus
complicaciones, lo cual también grafica el por qué del retiro de las
tratativas con Bancard.
El nuevo marco legal, como explica un ex
funcionario público que participó en la elaboración del proyecto,
contempla frecuencias de televisión pero no de manera nacional, como
ahora. Cada zona o región tendrá sus canales, y quien quiera abarcar el
territorio nacional, deberá postular a todas las zonas necesarias y
apostar a que así suceda. Es decir, el camino para una nueva incursión
de Linzor en este mercado es incierta.
Y ese mismo grado de
incertidumbre tenía el ahora desechado negocio con el mandatario: Si
Chilevisión (en manos de Linzor) apostaba por dejar su contrato con la
Universidad de Chile y quería independizarse, apostando por espacios
del espectro, debía conseguir que los segmentos obtenidos abarcasen el
territorio nacional.
De lo contrario, el vínculo con la Casa de
Bello seguiría hasta la peligrosa fecha de 2018, con un plantel que
pudiera rechazar la continuidad con el nuevo "arrendatario".