El dolor más grande viene de la negación de la realidad
Por: Equipo DF
Publicado: Miércoles 6 de julio de 2011 a las 05:00 hrs.
Los incumplimientos de deuda son un poco como enamorarse. A veces hay un momento único claro: una oleada de emoción, no hay dinero en el banco. Pero suele ocurrir que estos nuevos estados se asientan gradualmente. Puede que se necesiten meses o años para cruzar definitivamente la frontera entre atracción y amor; y los deudores, en especial los grandes y complicados, se deslizan suavemente de capacidad a incapacidad de pagar.
Con todo, si hay que trazar una línea económica, Grecia ya la cruzó. Ciertamente, el equivalente griego de “sólo amigos que pasan mucho tiempo juntos” quedó atrás hace tiempo. Aunque los pagos de capital e intereses del soberano siguen técnicamente en orden, eso ha requerido un rescate oficial en términos que los acreedores regulares nunca hubieran aceptado y una decisión del Banco Central Europeo de torcer sus reglas para aceptar garantías griegas en términos que no son los del mercado. Los mercados también gritan “default”: el bono soberano griego a dos años rinde 26%. Esa es una invitación para que el gobierno griego haga lo que la agencia calificadora Standard & Poor’s llama una oferta de canje de urgencia, comprando los papeles con un gran descuento.
Tal intercambio tendría sentido económico, un poco como irse a vivir juntos. Pero S&P lo calificaría de default, y quienes han financiado a Grecia no están preparados para dar la cara. Cualquiera sean las razones políticas para esta reticencia, las contorsiones necesarias para estirar un velo de corrección legal sobre la realidad económica ahora son casi insoportables. El BCE incluso está señalando que podría hacer la vista gorda si el incumplimiento es selectivo o temporal, o si al menos una gran agencia calificadora se abstiene de declarar los bonos en default. Ignorar a S&P, aparentemente, ahora es una opción. ¿Porqué no enfrentar los hechos? En el incumplimiento como en el amor, el dolor más grande viene de la negación de la realidad.
Con todo, si hay que trazar una línea económica, Grecia ya la cruzó. Ciertamente, el equivalente griego de “sólo amigos que pasan mucho tiempo juntos” quedó atrás hace tiempo. Aunque los pagos de capital e intereses del soberano siguen técnicamente en orden, eso ha requerido un rescate oficial en términos que los acreedores regulares nunca hubieran aceptado y una decisión del Banco Central Europeo de torcer sus reglas para aceptar garantías griegas en términos que no son los del mercado. Los mercados también gritan “default”: el bono soberano griego a dos años rinde 26%. Esa es una invitación para que el gobierno griego haga lo que la agencia calificadora Standard & Poor’s llama una oferta de canje de urgencia, comprando los papeles con un gran descuento.
Tal intercambio tendría sentido económico, un poco como irse a vivir juntos. Pero S&P lo calificaría de default, y quienes han financiado a Grecia no están preparados para dar la cara. Cualquiera sean las razones políticas para esta reticencia, las contorsiones necesarias para estirar un velo de corrección legal sobre la realidad económica ahora son casi insoportables. El BCE incluso está señalando que podría hacer la vista gorda si el incumplimiento es selectivo o temporal, o si al menos una gran agencia calificadora se abstiene de declarar los bonos en default. Ignorar a S&P, aparentemente, ahora es una opción. ¿Porqué no enfrentar los hechos? En el incumplimiento como en el amor, el dolor más grande viene de la negación de la realidad.
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