Hace tiempo que el mundo cambió y como empresa, nuestra forma de operar y de relacionarnos con el entorno debe cambiar también.
En el rubro de las concesiones, uno de los principales desafíos que nos hemos planteado como compañía es seguir siendo aliado estratégico para el desarrollo sostenible de Chile y eso implica no sólo tener autopistas más eficientes y seguras, sino también entender que esa infraestructura no está aislada, forma parte del medio y debe estar al servicio de las personas y de su calidad de vida, de manera armónica.
Cada nuevo proyecto que desarrollamos, desde su origen, considera -junto con los impactos y mitigaciones- la participación de vecinos y comunidades en el cual está inserto. De otra forma, desperdiciaríamos la gran oportunidad de enriquecer estos proyectos, aportando calidad de vida a su entorno y mejorando su sustentabilidad.
Debemos recuperar el valor de escuchar.
¿Qué nos tienen que decir nuestros grupos de interés?, ¿cuáles son sus necesidades reales?, ¿de qué forma podemos ayudar a que esas necesidades sean cubiertas?, ¿qué promesa le hicimos en el pasado al vecino que vive junto a la autopista?, ¿cumplimos con las promesas realizadas?, ¿confía ese vecino en nosotros?, ¿qué hemos hecho para ganarnos o perder su confianza?, ¿hemos entregado soluciones?, ¿a qué nos podemos comprometer en el futuro?
Los acercamientos deben ser reales y honestos.
Tenemos que avanzar en el desafío de mirar más allá del presente y concebir las vías de Chile como una red, como una infraestructura de manera integrada y a reflexionar en cómo estrategias de colaboración, cooperación y sostenibilidad permiten que estas redes funcionen de mejor manera a favor de los ciudadanos en todas sus dimensiones, no sólo como automovilistas usuarios de las autopistas. Tenemos que ser un aporte en la vida diaria de las personas y las comunidades, conectando ciudades y personas, contribuyendo a la calidad de vida tanto desde la movilidad, como de su integración con otros medios de transporte y su aporte al entorno.